La reconocida activista lesbofeminista y fundadora de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, es una de las candidatas que planea ocupar un escaño en el Congreso. Va a la carrera por el distrito nueve integrado por las comunas de Cerro Navia, Conchalí, Huechuraba, Independencia, Lo Prado, Quinta Normal, Recoleta y Renca. La misma zona que la vio crecer. Dice que los nombres de las víctimas del lesboodio son muchos y que todos los casos son consecuencia de un sistema que las ha minimizado, que agrede a las mujeres lesbianas y que las ha omitido en Chile y Latinoamérica. “Ya era hora de lograr incidencia”, dice convencida.
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Montecinos era apenas una adolescente cuando su padre le dijo que tenía dos opciones en la vida: estudiar y entrar a la universidad o dedicarse a apoyar en la peluquería que sostenía económicamente a toda su familia. Se esforzó, las cosas se dieron y en el año 1994 ingresó a periodismo en la Universidad Arcis, lugar donde se asumió lesbiana o más bien pasó a ser una “lesbiana visible” y comenzó a relacionarse con la política.
-Le conté a mis hermanas y me apoyaron, pero me pidieron que por favor no le contara a mis papás por miedo a que los impactara tanto que les pudiera pasar algo cuando supieran que yo era lesbiana-, recuerda Érika. Luego agrega que sus papás se enteraron años después “por la prensa”, en una entrevista que le hicieron.
Su lucha ha apuntado desde el inicio a visibilizar el lesbianismo y a generar memoria en torno a ellas.
La rara
La actual candidata a diputada va como independiente con un cupo del Partido Socialista (PS). Dice que pensó mucho la decisión, pero lograr incidencia, después de todo lo que le había tocado ver, era lo que más la inquietaba. Érika es la mayor de tres hermanas, hija del matrimonio entre una dueña de casa y un obrero. Vivió su infancia en un pequeño pasaje de la comuna de Conchalí, lugar del que tiene recuerdos intactos como el olor a lacrimógena que impregnaba las casas, en medio de las protestas contra la dictadura militar en los ochenta . De ahí su conexión con dicho distrito.
Cuando apenas era una niña, caminaba al colegio esquivando neumáticos quemados. También recuerda los campamentos en torno al espacio que hoy ocupa la autopista Vespucio Norte. No se olvida de esos paisajes que evidenciaban tanta desigualdad.
-Muchas vecinas y amigas que vivían ahí fueron expulsadas a comunas como La Florida. La intención era tirar toda la pobreza a otros lados solo porque ahí iban a construir-, dice.
La brutalidad de las Fuerzas Armadas y los vestigios de las protestas, fueron parte de su rutina hasta cumplir los 13 años. En ese momento sus padres decidieron irse a vivir a Gabriela Poniente, en Puente Alto, al otro extremo de la ciudad.
-¿Cómo era su familia?
-La típica familia de los ‘80. Nos fuimos a vivir en la frontera con La Pintana, ese cambio siguió influyendo en mi conciencia social-, dice convencida.
Erika estudió en liceos comerciales, donde escribía cuentos y se los pasaba a sus amigas del colegio a cambio de una propina. Eran relatos sobre amor romántico para adolescentes. Pensó dedicarse a la literatura, pero cada nueva experiencia la condujo al periodismo y la ayudó en sus ganas de fomentar el activismo.
-¿Qué cosas la influenciaron en ese tiempo?
-“Triángulo abierto”, programa transmitido por Radio Tierra. Era un programa homosexual, en ese momento no se ocupaba la sigla LGBTIQ+, había un montón de activistas que yo esperaba escuchar cada sábado con unos audífonos grandotes, en mi pieza. Escuchaba a Víctor Hugo Robles, Carlos Sánchez, Fernando Muñoz y un montón de activistas. Oía las entrevistas a dirigentes y organizaciones, entre tantos otros.
Había un programa que conducía una pareja de lesbianas y un día citaron a todos los auditores a un encuentro presencial.
Me di mil vueltas antes de entrar. Fue en la sede del Movilh histórico y podría decir que ahí empezó de a poco mi activismo. No lideraba ni un movimiento, pero sentía el impulso de pertenecer. Frecuentaba bares y discotecas exclusivas para lesbianas, participaba de diversas colectivas y siempre veía que el ambiente cultural que se armaba no tenía visibilidad. Me llamaba la atención que las historias que contaban no se supieran-, recuerda.
Romper el silencio
La invisibilización a las mujeres lesbianas era algo que Erika venía observando desde hace tiempo. Ella tenía la inquietud de hacer un medio donde se pudieran subir noticias de colectivas y noticias relacionadas con temas lésbicos. Así nació, como un blog, “Rompiendo el Silencio”. El nombre proviene de un programa radial que realizó con Marloré Morán, en la misma Radio Tierra, durante el año 1998. Hasta hoy hay disputas respecto a cuál de las dos es la autora del nombre, pero lo cierto es que Érika lo mantiene más vigente que nunca.
Mientras avanzaba en este proyecto la empezaron a catalogar de “periodista activista”, como si fuera algo negativo. Uno de sus recuerdos tiene relación con una jefatura que la despidió y luego comentó entre sus pares que la había “cortado por rara”. Pasó por varios medios escritos publicando reportajes feministas, el que más recuerda fue uno sobre el aborto.
“Rompiendo el Silencio” se fue ganando un espacio. Ahí expuso las historias de mujeres olvidadas por el sistema. “La invisibilización también es violencia”, recalca.
Lo mejor vino después: el blog se transformó en revista.
-¿Qué le pasó cuando escuchó la noticia sobre el asesinato de Nicole Saavedra?
-Estaba apoyando en los preparativos del Día de la Visibilidad Lésbica, conmemorábamos un segundo año, entonces el foco era Mónica Briones. Primero nos enteramos del secuestro de Nicole, ya estábamos en alerta por su desaparición difundiendo fotos por redes sociales. Cuando apareció asesinada, y nos enteramos de los detalles, fue como “La historia se vuelve a repetir”, habían matado a otra compañera por ser lesbiana, pero también por su expresión de género, por ser “camiona”. Nicole representaba a la amiga con la que carreteabas y salías a marchar, la compañera, por eso causo tanto impacto. Fue decirnos “Bueno esto es lesboodio” y desde ahí cambió la forma en cómo nos parábamos en el activismo.
Siempre nos costó visibilizar casos de lesboodio, pero el de Nicole motivó a muchas jóvenes a armar colectivas, a armar redes. Antes de ella no había visto una motivación tan fuerte. Fue salir a decir a las calles “¡Ya basta!”. Ahí estuvimos tres años bregando con los medios para que saliera algo y se visibilizara su caso, porque si bien en un primer momento fue visibilizado, después quedó abandonado.
-“Torta” y “camiona”, las mujeres lesbianas se han apropiado de esos términos aunque son expresiones que en principio fueron insultos
-Las comunidades disidentes hemos tenido una experiencia de ir apropiándonos de estos términos, es universal, por ejemplo la palabra ‘queer’, en Estados Unidos hace décadas la expresión era considerada un insulto y las comunidades se lo apropiaron y hoy en día es sinónimo de academia, de reflexión, lo mismo pasa con los otros términos que tienen que ver con las mujeres. Siempre se nos has tratado de ningunear por nuestra sexualidad, denigrar y ridiculizar. El patriarcado ha tratado de ridiculizar e invisibilizar las prácticas sexuales de las mujeres, se adoptaron términos que las anulan. Gracias a todos los estudios de género y teorías queer han ido cayendo. Estas expresiones binarias -se puede decir- de cómo adoptar los términos y cómo me puedo sentir cómoda. Hay lesbianas que nos sentimos cómodas desde ahí y queremos expresarnos. Ha sido un “apropiarse” de todos aquellos términos que nos han colgado y en el fondo las comunidades lésbicas feministas los han reivindicado y han dicho “¿por qué tiene que ser un insulto ser camiona o expresarme desde lo camionera o torta?” “Tú me ridiculizas, yo tomo el término y te ridiculizo a ti. Hago manifiesto tú lesboodio”.
Los nombres de las víctimas del lesboodio son muchos, Erika dice que todos los casos son consecuencia de un sistema que las ha minimizado, que agrede a las mujeres lesbianas y que las ha omitido en Chile y Latinoamérica.
-A Karen Atala le arrebataron sus hijas por ser lesbiana; Carolina Torres, en tanto, es una sobreviviente que fue golpeada por su expresión de género; Nicole Saavedra no corrió con la misma suerte y fue cruelmente torturada y asesinada por el conductor de la micro que debía llevarla hasta su casa-, explica.
El caso de Mónica Briones es el que más la remeció. Una artista y escultora que la dictadura militar asesinó, pero que el Servicio Médico Legal camufló como un atropello. “Se decía que su familia no hizo nada porque ella era lesbiana, dijeron que habían ocultado lo sucedido y yo nunca creí que fuera tan así. Si te matan a la hija o a la hermana, no te quedas de brazos cruzados y eso era lo que decían que habían hecho, por eso empecé a sospechar”, menciona.
Esta situación la motivó a ir al Servicio Médico Legal y consiguió el parte médico de la defunción con la causa real de su muerte. Fue al Archivo Judicial, tomó su carpeta, revisó los testimonios del caso, empezó a difundir la historia y su imagen en Rompiendo el silencio.
Lograr incidencia
Érika se define como una “lesbiana feminista política” y el Congreso es el sitio al que aspira llegar para realizar cambios efectivos. La decisión de entrar a la carrera por un escaño tiene que ver particularmente con su experiencia en el trabajo territorial.
Hace algunos años decidió tomar el nombre de su medio para formar una organización que pudiera abrir puertas para posicionar las temáticas del lesbianismo. La entonces ministra directora del Servicio Nacional de la Mujer (ex Sernam), Claudia Pascual, fue una de las primeras en recibirlas. De ahí en adelante comenzaron a crecer.
-He pasado tanto tiempo en esto, que llegó un momento en el que Rompiendo el Silencio terminó su tiempo de revista y medio de comunicación. Llegó la hora de hacer incidencia-, dice con una sonrisa.
Érika es una de las promotoras de la Ley de Filiación que busca que este derecho se reconozca también en parejas del mismo sexo sobre sus hijos. Hoy busca representar no solo a las mujeres lesbianas, sino a todas las mujeres.
-No quiero ser una candidata de nicho, donde solamente las disidencias van a votar por mí, tengo que ser capaz de demostrar que puedo transversalizar las demandas de todas las personas- aclara.
-¿Cree que el Congreso la puede transformar y convertirla en un “política más” que es lo que hoy critica la gente y las disidencias?
-Muchas chicas, muchas de las compañeras que siguen mi trabajo, confían en que no voy a defraudarlas. No voy a olvidar sus demandas, menos en relación a la zona roja para las mujeres lesbianas, por ejemplo. Nosotras hemos incidido en Proyectos de Ley contra la violencia hacia las mujeres donde nuevamente estaba solo la mirada de las mujeres heterosexuales que reciben la violencia. Para mí llegar a la política es una oportunidad para no defraudar a estas mujeres y a todas las que viven violencia.
-¿Cuál es el eje central de su campaña?
-Va tener una mirada interseccional feminista en todas las iniciativas y proyectos de ley que se impulsen desde el Congreso donde estén involucradas las niñas, las mujeres y las disidencias. Quiero decir que le voy a dar prioridad a todas aquellas iniciativas que se puedan impulsar para no solo penalizar los crímenes de odio, sino para hacer una transformación cultural que nos lleve a cambiar nuestras actitudes frente a la sociedad y en eso creo que tienen que estar involucrados los proyectos de ley que tengan que ver con los Derechos Humanos.
Además, trataré de enfrentar todos aquellos proyectos de ley que se están presentando para impedir el lenguaje inclusivo y todos aquellos proyectos de ley que tengan que ver con la Ley Antidiscriminación, donde hay que darles urgencia si no avanzan.
El foco estará marcado directamente en proyectos de ley donde se pueda incluir esta mirada no solamente penalizando, sino realizando una transformación social y cultural que eviten crímenes de odio y agresiones contra las comunidades. Si hablamos de penalizar, lógicamente tiene que haber proyectos de ley que apunten a eso. En la Ley de Femicidios, por ejemplo, junto a mi agrupación incluimos una indicación donde fuera una agravante las agresiones a las mujeres por su orientación sexual, identidad o expresión de género. Es un ejemplo de mirada interseccional.
– También me gustaría instaurar a través de un decreto que el Estado, nosotres como sociedad e incluso el Congreso, impulsen iniciativas para el reconocimiento de las vivencias de las disidencias en la historia- concluye al finalizar la entrevista.
Érika tendrá solo dos meses para cerrar y convencer con una campaña donde espera mostrar el largo historial de acciones que han realizado para visibilizar a las mujeres lesbianas durante más de veinte años. Está segura de la trayectoria que la respalda. “Son muchas las compañeras que me conocen y saben que estaré para ellas”, repite.