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Irma Estrada “La Colocha”, experta en autodefensa feminista: “Tenemos derecho a habitar todos los espacios sin miedo”

Irma Estrada “La Colocha”, experta en autodefensa feminista: “Tenemos derecho a habitar todos los espacios sin miedo”

Activista lesbofeminista, critica la subrepresentación en los medios de comunicación de mujeres que han sobrevivido a la violencia machista. Ella misma habla de sus experiencias como víctima de violencia sexual y abuso infantil (ASI) y desde su resiliencia ayuda a otras mujeres a sanar con sus talleres por Centro América y México. Experta en kickboxing y krav magá dice que la autodefensa feminista es cambiar la narrativa de esa “indefensión aprendida”, ese terror que nos inculcan desde niñas y que va coartando nuestra libertad para habitar ciertos lugares, al mismo tiempo que no se les enseña a los hombre a no violentar. “Cuando el cuerpo se vuelve territorio de resistencia es parte de una trasformación revolucionaria”, dice en esta conversación con La Otra diaria.

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08/04/2022

Irma o “Colocha”, es el apodo que le gusta y que tiene que ver con los risos ensortijados que le dan un aire infantil. Cuando esta experta en autodefensa feminista habla, se ríe también con los ojos chinos y chispeantes. Es una mujer muy cercana, con esa empatía que se necesita para trabajar con mujeres que quieren sentirse más seguras, pero entre ellas también hay sobrevivientes de agresiones sexuales. Ella imparte estos talleres inclusivos, donde también asisten personas de la población LGBTIQ+ y Colocha es una lesbiana visible, por eso reconoce los riesgos y la violencia que aumentan hacia los cuerpos feminizado, incluyendo a las mujeres trans.

“Colocha” nació en El Salvador, un país donde las mujeres y niñas además de deben lidiar con la trata de personas y las pandillas (los femicidios aumentaron 31.25% durante el 2021) y ella sabe que la violencia machista es un problema que comparten las feministas latinoamericanas, algo que por cierto, también nos une.

La activista  habla con orgullo de “Cuida tu Espacio”, un proyecto centroamericano (2014) que se creó con el objetivo de enseñar autodefensa con una perspectiva de género. El proyecto se centra en desarrollar el auto-empoderamiento de las mujeres y niñas en la vida cotidiana y adquirir capacidad de resolver situaciones de peligro “de manera inteligente, estratégica y efectiva”.

¿Qué es la autodefensa feminista (ADF)? En uno de los manuales en que parece “Colocha” tiene el prólogo de Maitena Monroy, española, también experta en este tipo de autodefensa. Dice primero que no es posible entender la violencia sexista sin entender los procesos de socialización en género masculino y femenino. Y que para eso es necesario identificar todas las formas de violencia, que no solo pasan por la violencia física. Aborda también el tema de cómo la violencia sexista es expresiva además de instrumental y por eso, en muchas ocasiones, no necesita materializarse para establecer control . “Le basta la amenaza de su ejercicio generando el terror sexual; le basta inducirnos a percibirnos desde la indefensión; y le basta con culpabilizar a la víctima, victimizando y eliminando así la responsabilidad de los agresores y del propio sistema”, dice.

En una entrevista a través de video llamada Irma o “Colocha”, como prefiere que la llamen, cuenta sobre los cursos y dice que si el feminismo interviene sobre la realidad, ella percibe ese cambio de narrativa que entrega la autodefensa feminista, desde esa “indefensión” que muchas veces nos han enseñado desde niñas. Sobre ese mandato de cómo deben comportarse las mujeres. Al mismo tiempo la violencia machista se vuelve un instrumento de dominación. Y al patriarcado se le combate con estrategias colectivas.

-Respecto de las noticias de estos días, de lo que se está vivenciando con el presidente Nayib Bukele y  lo que históricamente han vivenciado las mujeres y disidencias en su país ¿qué piensa de cómo se ha ido acrecentando la violencia en El Salvador o en Centroamérica?

 -Ese es una de los principales temas de la agenda feminista en el Salvador : las compañeras que hacen periodismo feminista lo hacen para poder cambiar la falta de información sobre los casos o que dejen de hablar del “crimen pasional”. En Centroamérica está muy naturalizada, normalizada y aceptada socialmente la violencia hacia las mujeres y disidencias, aunque las feministas estemos trabajando en ello. Como talleristas de autodefensa feminista he sido amenazada en diferentes ocasiones, por ejemplo. Por otra parte, el presidente Bukele básicamente militarizó el país. Este gobierno que está ahora tiene la mayoría en el parlamento además, incluso hoy te pueden revisar el celular en la calle. Es legal. Lo que aumenta el peligro de las mujeres respecto de sus libertades también. Ya no es solo lidiar con las pandillas, tenés que lidiar con estos acontecimientos recientes.

Por otra parte, el uso del cuerpo como dice Rita Segato, como moneda, como forma de pago, existe hace tiempo en El Salvador. Los pandilleros envían mujeres para explotación sexual, un intercambio de trata. Al igual que en Chile, otra de las grandes luchas, es el acoso callejero y también la violencia dentro de la familia o del entorno cercano de una mujer. La opresión está a la orden del día y creo tenemos derecho a habitar todos los espacios sin miedo.

-Respecto la autodefensa feminista, usted es clara que en ningún caso enseñar a las mujeres a defenderse, le quita responsabilidad a los agresores. Dicho eso, usted cree es mejor estar preparadas para salir ilesa de una agresión que en muchos casos puede ser una cuestión de vida o muerte.

-Siempre he pensado que las agresiones que yo experimenté de alguna manera me llevaron a este momento: a conocer muchas mujeres maravillosas en distintos países. Pienso que he podido aprender de sus vivencias, pero si no me hubiese pasado, si no tuviera este historial de abusos, también estaría en el mismo lugar. La diferencia entre ambos lugares, es que la segunda posibilidad me la robaron cuando a los seis años me abusaron por primera vez. En nuestra cabeza reina la culpa casi siempre y eso es algo que tenemos que aprender a deconstruir. Primero llegar a entender eso es muy difícil. Y esa violencias recién la visibilizaron estas décadas, ser víctimas del entorno cercano, por ejemplo es algo de lo que no se hablaba. Recién gritamos en las calles “¡No es no!”. Abrirte implica sacar la voz, pero hasta la denuncia se vuelve algo complicado. Por la culpa.

-En ese continuum de violencia, ¿qué lugar ocupa la autodefensa feminista? ¿qué relato viene a cambiar’?

-Una forma de combate, para dar un ejemplo es como estar en una pelea de boxeo y suena la campana para hacer un descanso para que revalúes lo que está pasando y puedas ver un poco más, pero sabes que la pelea va a continuar. Ese momento es la autodefensa feminista, el instante en el que puedo verme, evaluarme y tener un grupo de apoyo o herramientas de motivación para que yo siga, para recibir golpes de diferentes lugares, pero con la autodefensa feminista estoy más preparada. No es que siempre nos están dando garrotes, pero así se siente cuando es tan difícil, tanto como que no puedes caminar por la calle sola sin sentir que puedes estar en riesgo.

Indefensión aprendida

En los talleres de autodefensa feminista se habla de cómo paulatinamente, las mujeres incorporamos en nuestra socialización lo que Seligman nombró: “indefensión aprendida”. “Condición por la cual una persona o animal se inhibe ante situaciones aversivas o dolorosas cuando las acciones para evitarlo no han sido fructíferas, terminando por desarrollar pasividad ante este tipo de situaciones”. En una sociedad patriarcal desde niñas se nos enseña sobre el miedo a que suframos alguna agresión-particularmente de carácter sexual-, además nos situan como responsable de que nos pase algo si viajamos o si salimos de noche. Tampoco se nos enseña sobre defensa, más bien, se nos va privando así de nuestro derecho al libre movimiento.

Colocha es consciente de que se nos educa en el miedo o más bien terror a que “nos pase algo” y se nos niegan así  derechos fundamentaleso. Y deconstruir ese miedo implica un acto de conciencia política.

 

Tampoco se habla de las “sobrevivientes”. “Mi supervivencia, en si misma, es una prueba contra mí”, dice Virginie Despentes en “Teoría King Kong” para referirse porque hay una serie de “marcas”, un comportamiento que se espera de las víctimas. Y Despentes, al igual que Colocha, saca a colación su experiencia personal como sobreviviente, en el caso de la pensadora francesa, el de una violación que sufrio a los 17 años y reflexiona sobre su rabia con una sociedad que ha construido el engranaje perfecto para que las mujeres sean las víctimas. “Se domestica a las niñas para que nunca hagan daño a los hombres, ya las mujeres las llaman al orden cada vez que se saltan esa regla”, explica Despentes.

-En sus talleres habla de sus sexperiencias y de cómo la autodefensa feminista viene a cambiar la narrativa de esta definición que es la indefensión aprendida

-En mi experiencia, es un estilo de vida el estar alerta de mi cuerpo, consciente de mi cuerpo y de lo que hago. La autoconsciencia sobre el autocuidado de gratitud, humildemente, lo cambió la autodefensa. El primer deporte, pero sistema de defensa fue el boxeo o el kickboxing, use mi puño,“un recto”, para poder hacer un gancho hasta que se volvió parte de mi cuerpo o memoria muscular y cuando la necesite la voy a poder sacar. Para otras compañeras es un herramienta que les ha permitido establecer límites. De ahí parte a sensación de sentirte bien contigo misma. Bucear la emancipación y capaz de sentirte fuerte, eso ha sido lo que me dicen las mujeres sobre lo que les pasa en los talleres.

-Respecto desde esa indefensión nos van criticando nuestra propia capacidad de defendernos y de poner límites, ¿cómo llegan las mujeres a su taller y cómo va cambiando la forma de encontrar más seguridad?

-Es una de las herramientas que tiene el patriarcado, esa piedra que nos ancla a la victimización y es por eso que hace mujeres que son cinta negra no se hayan podido defender cuando las han atacado, no es solo una cuestión física, sino que son los todos los cuerpos que nos habitan. También es aprender a gestionar emociones. La primera vez que me asfixiaron y me dormí fue horrible, no se sabe la reacción hasta que pasa. No sabes la fuerza que tiene un hombre hasta que la experimentas. Una nunca sabe cómo va a reaccionar y para saberlo tenemos que estar en ese momento, pero no entrenarte o tener herramientas te pone en muchísima desventaja. Y estar en estado de shock frente a una amenaza así también es una posibilidad.

-¿Le parece que en la prensa hay una sub representación de historias de mujeres sobrevivientes, frente al morbo con que se toca mediáticamente un femicidio y el festín de detalles morbosos?

-Mi crítica hacia la prensa es la naturalización del morbo y la deshumanización del cuerpo de la mujer o cuerpo feminizado, incluyendo a las compañeras trans. Siento que vender la noticia de la mujer descuartizada vende más que la mujer que se defendió, que la sobreviviente. Lo segundo es que duele, porque lo he vivido, es que para decir que me defendí de algo que pudo pasar, un asalto o una posible violación,  no es una denuncia importante, ni es considerada en la ley. Tienes que ser una víctima para que te crean. Una vez se me acercó un tipo con una capucha en medio de la calle, en la oscuridad. Se quedó frente a mí y se metió la mano dentro del pantalón. No me moví lo miré segura, cómo diciéndole “A ver ¡Qué te pasa!”. Cambió inmediatamente de actitud. Se puso nervioso. Cuando llegué al gimnasio y le conté a algunos compañeros, todos me dijeron que había exagerado, que quizá no me iba pasar nada. Insisto, para que me creyeran, el tipo me debería haber atacado. Así van mutilando nuestra intuición. Esa que nos alerta del riesgo.

-Es decir las mujeres siempre tenemos que probar que somos “sujetas morales” como dice Rita Segato.

-La experiencia antes de la agresión de una mujer no es creíble, insisto que así nos van mutilando la intuición y por consecuencia nosotras dejamos de creer en ella y dudamos.

-En Chile estas últimas semanas se ha levantado el tema del acoso callejero, particularmente respecto de las estudiantes universitarias, ¿qué le aconsejaría a esas jóvenes que nos pueden estar leyendo?

-Hay que saber elegir las batallas si voy sola y no tengo conocimiento de artes marciales y alguien me dice algo en la calle y veo que son cinco hombres, no hay que hacer nada. Pero evidenciar la violencia es fundamental. Sé que da muchísima cólera, pero si no nos vamos a controlar, es mejor no hacerlo. Si vas a la universidad o al trabajo, hay que  evidenciarlo y hacer que la gente lo note “¡Usted me está acosando!”, meterse a un negocio y decirlo fuerte “¡Siempre que paso por este lugar usted me acosa!”. Un teléfono tomado de forma horizontal (toma el celular con los cuatro dedos y el pulgar extendido) puede ser un arma para un golpe en la nariz y luego huir, un golpe en los genitales o tirarse al suelo con peso muerto si intentan llevarnos en un auto. Usar el gas pimienta con responsabilidad. Cuando hacemos un tipo de acción para defendernos, por los menos debemos saber dónde vamos a huir, o correr. Practicar con el gas pimienta en un lugar abierto. Familiarizarse con el uso. Hasta un lápiz puede servirnos en un momento de riesgo, debe ser algo práctico, una sombrilla, un objeto también que podamos usar de lejos para no tener contacto cuerpo a cuerpo con el hombre. Y si ya es cuerpo a cuerpo, un golpe puede hacer la diferencia. En ese momento es la oportunidad, hay que darlo donde se pueda hacer daño para huir. Un golpe en la nariz, activa el lacrimal, lo que nos permite un segundo golpe y nos da tiempo de huir. Siempre hay que salir.

-Una frase de las feministas que usted además usa en su taller es “El cuerpo como territorio de resistencia”.

-El cuerpo no nos pertenece desde la perspectiva del patriarcado, entonces cuando es territorio de resistencia, es parte de una trasformación revolucionaria. Es darle reconocimiento al cuerpo, de que hay que cuidarlo, alimentarlo bien, quererlo y sanarlo. Cuando vas encontrando esas emancipaciones, en esos momentos sientes que se van desbloqueando ciertas experiencias. Ese estado de alerta de la autodefensa feminista lo utilizamos es para discernir cuándo estamos expuestas a un peligro, ya sea dentro o fuera de nuestra casa. Si tenemos la capacidad de ver y diferenciar esas situaciones de riesgo. Es importante hablar sobre la parte de la condición física, no de si eres fit o no. No tiene que ver con eso. Tiene que ver con la capacidad de poder defenderte y salir corriendo, ¿tengo la capacidad de lanzar el gas pimienta y aguantar la respiración 15 segundos y luego salir corriendo? ¿Puedo dar un golpe en la nariz o genitales de un hombre y después huir? ¿Puedo dar un segundo golpe antes de huir? Yo les pregunto también a las talleristas: ¿Qué creen que ve la gente cuando van por la calle? ¿Una mujer distraída o una oponente? Insisto el agresor siempre es el culpable, pero el estado de alerta nos permite habitar más lugares y cambiar ese discurso de que las mujeres no podemos ir a ninguna parte. Si me están siguiendo debo meterme a un lugar con muchas personas y denunciar- y como dije- decir las cosas por su nombre. La vergüenza publica es algo que funciona, las personas que agreden no soportan la vergüenza, porque muchos no se sienten agresores, “ese compa era aliado, súper buena onda y mira lo que hizo”. Y debemos defender nuestro espacio y en la autodefensa feminista aprendemos a distinguir cuando ese otro está invadiendo mi espacio.Yo me doy cuenta de eso cuando simplemente me siento mal. Mi alarma que me dice que tal comportamiento no me gusta. Entendiendo también que muchas mujeres ni siquiera pueden ocupar ese recurso porque pueden perder su trabajo, etc. Pero nadie puede subestimar lo que sentimos en un momento de riesgo. Eso es algo que solo nosotras lo sabemos.

 

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Escrito por

Periodista feminista. Autora de “Abandonados: Vida y muerte al interior del Sename”

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