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Las mujeres mapuche de Temucuicui: la werken Vania Queipul

¿Cómo se habitan ciertos cuerpos y territorios? Un temor recurrente en  las palabras de la mujeres de Temucuicui es perder un hijo o una hija. Mujeres que quedaron marcadas por el asesinato de Camilo Catrillanca. La vida, en medio de drones, lacrimógenas, audiencias, diásporas y retornos, puede ser algo frágil. A cinco años del asesinato del joven mapuche, dejamos este relato, sobre cómo es ser mujer y lideresa en esta comunidad en la voz de Vania Queipul.

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14/11/2023
Fotos: Luis Hidalgo

Hace doce años, cuando se graduó de cuarto medio, Vania Queipul, hija del lonko de la comunidad de Temucuicui Víctor Queipul, quiso ir a recibir su diploma con la vestimenta típica mapuche: trarilonko (cintillo de joya) y su küpam (vestido). En ese momento, el director del Liceo Público de Ercilla se negó. Vania insistió. No estaba dispuesta a renunciar y acusó discriminación. A fines de diciembre del 2011 pudo llegar a la fiesta enfundada en las ropas de sus ancestras. No sería la primera vez que le tocara batallar.

Vania no era como otras niñas. A veces, cuando era víctima de alguna injusticia, por pequeña que fuera, la embargaba una rabia profunda. Sentía que las palabras brotaban solas, casi antes de pensarlas.

Vania tiene los ojos grandes, el pelo liso y de color azabache que está tomado en un tomate desprolijo y los chaway (pendientes mapuche) tintinean cuando habla. Han pasado doce años desde su graduación. Su voz sigue siendo la de una niña, pero ese tono contrasta con su elocuencia, sobre todo cuando habla sobre momentos donde rememora de nuevo esa rabia o relata la situación de los presos mapuche.

Vania está sentada en un sillón rojo y su hijo Inayan Kürruf (Seguidor del viento) descansa sobre su seno derecho, ella acaba de amamantarlo. Al centro del living está extendida una Wenu Foye (bandera mapuche). Su hijo de cuatro años Wünelfe (lucero de mañana) juega con un Volverine y camiones que están esparcidos por el suelo. La televisión- donde se ven dibujos animados- está a todo volumen. Afuera llueve y el olor a leña impregna toda la casa.

Quien no supiera de la historia de Temucuicui pensaría que esta es la postal de una vida de ensueño.

Un remanso.

– Cuando yo era werkén (vocera) andaba con mi papá a todos lados y organicé muchas cosas con otras mujeres. Fuimos a ver a la lagmien Lorenza (quien denunció que parió engrillada). Esa vez fuimos con varias lamngen de Malleco. Respecto de la lucha, me acuerdo que era chica, veía a la Chepa (Patricia Troncoso). Me marcó cuando hizo la huelga de hambre. Yo tenía 14 años por ahí y la admiraba y tiempo después la conocí y me invitó a su casa-, recuerda.

Otro de los momentos que más recuerda de su adolescencia fue cuando la llevaron presa a los quince años. Todo ocurrió 13 de agosto del 2009 y luego estuvo acusada de quebrar los vidrios de la Fiscalía de Collipulli en medio de un alboroto que se produjo en medio del cortejo de José Mendoza Collío, joven asesinado por Carabineros en medio de una recuperación territorial. A las seis de la tarde de ese día, los policías fueron a buscarla al colegio de Collipuli donde estudiaba en ese tiempo. Pasó una noche en el calabozo. El fiscal apeló la medida, pero ella volvió a ser absuelta. Sus compañeros se enteraron de todo, lo que fue uno de sus dolores más grandes. En medio de esa persecución, que ella denunció en ese tiempo, los policías fueron más de un año a hostigarla a la escuela. “No me dejan vivir”, dijo.

Jorge, uno de sus mejores amigos de ese tiempo, se alejó de ella por orden expresa de sus padres.

No sería la primera vez que le pasaría algo así.

Víctor Queipul, el lonko de la comunidad y el padre de Vania, se ha transformado en un líder dentro de los procesos de recuperación de tierras de otras comunidades y ella lo acompañaba en todo.

-Ser detenida a los quince años fue algo que me marcó, pasar por audiencias y que fuera algo también mediático y yo estaba estudiando. Eso fue lo que más me marcó. Que en la escuela todos se hayan enterado de la vida de una. Pero si bien fue lo que me marcó, también fue lo que me hizo seguir adelante y luchar con más fuerza y con más ánimo. No me quedé con la cabeza baja, me motivó más. Muchas veces la represión baja la cabeza, pero otras veces sigues con más ganas de seguir luchando y dando la pelea para seguir resistiendo por lo que es justo-, dice.

En octubre del 2012, hubo una visita del presidente Sebastián Piñera a la ciudad de Ercilla. Allí estaban las mujeres de las comunidades vestidas con trarihues (fajas) y munuloncos (pañuelo en la cabeza).

— ¡Vendido! ¡Ándate de aquí! —gritaban mientras agitaban fuerte los palines de chueca.

Esa madrugada antes de la protesta, Vania sintió una cosquilla en la mano derecha, un pálpito, cierto presentimiento o más bien “witán”. Era como un espasmo persistente y doloroso que tuvo durante todo el día.

Mientras seguían los gritos, los uniformados de Fuerzas Especiales comenzaron a rodear el lugar. Se llevaron a todos los hombres. Vania fue la única mujer detenida.

La subieron a rastras al bus. Cuando tropezó y cayó al suelo uno de los Carabineros le pisó la mano derecha, que empezó a sangrar. En la tenencia de Collipulli una policía mujer la abofeteó y la arrastró del pelo. Fue en ese momento cuando recordó el witán.

El juicio por desórdenes públicos duró cuatro días. La pena, dictada el 21 de enero de 2013 en un juicio oral simplificado) y Vania solo debía firmar. En el juicio el Ministerio Público se presentó un video de prueba a última hora. Vania fue condenada por una imagen sacada de YouTube en la que sólo se ve cómo fue detenida. No hay ninguna imagen de desorden público.

-Después fui agarrando newen-, dice y su hijo se duerme entre sus brazos.

El 23 de agosto del 2010 llevaron a Vania a un seminario de la Universidad de Concepción sobre Ley Antiterrorista en causas mapuche. Allí, recuerda que las palabras brotaron solas de su boca y la audiencia quedó enmudecida con su llamado. Ella, que hasta ese momento era retraída, no se esperaba el sentimiento de seguridad que emergió en ese momento. l“Espero que ustedes creen conciencia y apoyen y le den fuerza a nuestros ‘peñis’, porque aquí en Concepción, en Valdivia, en Temuco, en Angol y en Lebu, hay personas que están muriéndose de hambre cada día, y es triste. (…) Es muy fuerte tener un familiar directo en huelga, tengo hermanos, primos y tíos. Pero si es necesario dar la vida por esto, la daremos”, dijo, sin temor alguno.

Ahora, otre vez,  las palabras brotaban solas de su boca.

Ya era una werkén.

-La única diferencia con esa Vania de los quince con la de ahora, es que ahora soy mamá y creo que eso ha cambiado harto en mi vida. No pienso solo en mí, tengo que pensar en mis hijos, pero sin alejarme de todo este tema que es apoyar la lucha y seguir avanzando-, dice.

Su hijo Iyan Kürruf abre la puerta y su hermano, quien tiene los ojos cerrados aún por el sueño, lo sigue trastabillando. El pequeño salta en las pozas de agua y el paisaje es un prado verde, donde unas gallinas revolotean alrededor. Un triciclo viejo parece abandonado en el barro.

Vania dice que ojalá sus hijos no tuvieran que pasar lo pasaron ellos vivieron y recuerda la situación de su primo-hermano Patricio Queipul.  De niño se crió con su familia, y su padre putativo fue el lonko, porque su mamá se fue a trabajar al norte. Vania jugaba con él, eran unidos. Dice que era un niño callado al que le encantaba ir al colegio. Ambos iban a la escuela San Francisco de Asís.

Vania vuelve al momento en que Patricio dejó de ser niño. A los 11 años, cuando camino al colegio, un grupo carabineros lo detuvo para interrogarlo: lo patearon en el suelo, lo llevaron a la cárcel. A los 12, lo internaron de urgencia: tenía siete perdigones en el cuerpo que unos policías le dispararon mientras labraba la tierra. Fue llevado a Traiguén donde estuvo preso dos días. Nadie le avisó. Al salir, caminó perdido, una mujer lo reconoció cuando el niño golpeó su puerta para pedirle un trozo de pan. No había comido en días.

En 2010, lo persiguieron de nuevo: lo acusaban de haber incendiado el peaje de la ciudad de Victoria junto a unos encapuchados. Si lo atrapaban, por la Ley antiterrorista, podían condenarlo a 40 años de cárcel. Se fue a vivir a un cerro cercano a la comunidad, al sur del río Malleco. Se declaró clandestino.

Patricio vivió como un pequeño guerrillero en su carpa. Cuando oscurecía, sus primos le llevaban comida. Algunos habitantes de la comunidad dicen que bajaba a la noche. Era una especie de niño fantasma.

En el año 2010, tras una huelga de hambre, los mapuches lograron que la Ley Antiterrorista no se pudiera aplicar en menores. Como niño, la última audiencia de Patricio fue el año 2012.

-Lo sacaron de la Ley antiterrorista. Pero ya era tarde-, dice Vania.

Hoy Patricio Queipul es uno de los presos de la cárcel de Angol. Está acusado de homicidio frustrado de un trabajador forestal. El veinte de julio, junto a otros presos mapuche, inició una huelga de hambre.

-Después vivió del trabajo en el campo. Aunque lo detuvieron tantas veces camino al colegio, que nunca más quiso ir, llegó hasta cuarto básico. Le robaron su infancia-, agrega Vania con una mueca abatida.

***

En la entrada de Temucuicui, que está justo en el cruce de Ercilla, esta apostado un zorrillo. La lluvia ha dejado el camino repleto de barro lo que dificulta la entrada de los automóviles en los veinte minutos de viaje por el camino estrecho rodeado de pinos, eucaliptus y algunos árboles nativos. El l lunes 16 de mayo del 2022 el gobierno decidió la militarización. Lo hizo decretando un estado de excepción “acotado”, lo que quiere decir que es una autorización para que militares resguarden rutas y carreteras en la región de La Araucanía y en las vecinas provincias de Arauco y Biobío.

-Las cosas no han cambiado mucho. Mis hijos pueden vivir represión como yo. Lamentablemente vivimos en un país, donde mis niños van a tener que seguir viviendo la represión y van a tener que seguir viviendo con miedo, con el odio de ver cómo detienen a nuestra gente-, confiesa.

-Lo niños siguen viendo todo, el más grandecito conoció a los lamngen que están en la cárcel, compartió con ellos. A pesar de corta edad ellos ven la recuperación de tierras que nosotros hacemos como comunidad. Esa es la imagen que mis hijos tienen. Como mamá hay que ir ir explicándoles a los niños que por qué pasan estas cosas, por qué tenemos que vivir todo esto como pueblo mapuche y eso es lo que me queda a mí ahora. Hace quince años actuaba de una manera y ahora me toca actuar de otra, pero siempre les contaré la verdad a mis hijos. No les puedo mentir, ni dejar que vivan en una burbuja-

Afuera la lluvia fina da tregua a ratos. Vania se levanta y echa leña a la chimenea.

Le pasó a su madre y le pasó a su abuela paterna: Rosa Queipul Levinao. Mujer que vivió violencia en medio de los procesos de recuperación.

Vania dice que tiene de su madre el newen para seguir adelante, de su abuela materna el recuerdo de quien le regaló su primer chamal y que –pese a que “tenía el evangelio”-es quien siempre le dijo que debía vestirse con ropas ancestrales sin el temor a la burla. De su abuela paterna-dice- heredó el sentido de lucha.

-Hay fotografías que muestran cuando las carabineros se la llevan en los hombros Yo era muy niña cuando veía esas cosas y creo que de ahí saque la fuerza, la maternidad es algo que ama y yo la amo, pero extraño acompañar a mi padre trawunes. A todas partes. Son años de lucha, de resistencia donde las mujeres hemos tenido que sacar la cara por la comunidad. Hubo años donde mi mamá o muchas ‘lamngenes’ de acá vieron a los weichafe detenidos, presos o en la clandestinidad. Nosotros como hijos teníamos que acompañarlas, ni siquiera con todo eso que pasó nuestra comunidad murió, al contrario, siguió resistiendo con más fuerza. Hasta el día de hoy seguimos resistiendo –

-Las mujeres mapuche, las mujeres de mi comunidad estamos dispuestas y hechas para todo, si hay que cocinar cocinamos, si hay que pelear, peleamos, si hay que pasar frío, los pasamos todas juntas-, agrega con una voz más enérgica.

***

El parto según la cultura mapuche debe suceder en la casa de la ñuke (madre) y el apoyo de una püñeñelchefe (partera). Se usan hierbas para calmar el dolor o inducir el parto. Tras el nacimiento del niño o la niña, la placenta se entierra bajo un árbol para el cuidado del gnen y para brindarle un futuro exitoso al niño o a la niña.

El primer embarazo de Vania le tocó vivirlo en la clandestinidad, sin poder controlarse en un centro de salud o poder descansar como lo hace la mayoría de las mujeres durante los últimos meses.

-No fue un proceso muy lindo como debiese ser en otros casos. Me costó harto, no podía salir, me tuve que presentar ante la Fiscalía cuando tenía ocho meses y medio cuando ya me quedaba súper poco para ir a tener a mi bebé en el hospital. A pesar de eso Wünelfe, que es mi hijo mayor, fue algo que me llegó para poder seguir. Luego vino Inayan Kurrüf. Pese a todo lo sufrido o vivido, fueron mi motivo para seguir luchando-, explica mientras mira el techo o por la ventana buscando respuestas.

El 21 de junio fue a la cárcel de Angol. Ese día se levantaron cerca de las cinco de la mañana y prepararon sopaipillas, mote y muday. Se hizo una ceremonia a los presos, entraron más de doscientas personas y trescientos acompañaron desde afuera. A Vania le gusta ver esa cohesión.

Recuerda que las comunidades comenzaron a unirse tras la toma de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) en agosto 2015. La acción duró tres semanas. Pedían la devolución de territorio y la desmilitarización de Ercilla. Pero si hay algo que impulso más organización fue la muerte de Camilo Catrillanca. Para Vania ese fue un golpe a Temucuicui que recuerdan hasta el día de hoy.

Vania conocía a Camilo Catrillanca de pequeño, nunca dejaron de saludarse, sí de hablar porque Temucuicui histórica y Temucucui autónoma estuvieron distanciadas hasta ese día de noviembre del 2018. La comunidad tiene muchos recuerdos de la infancia de Catrillanca, ese niño de mejillas redondas que tuvo que enfrentar la clandestinidad de su padre, acusado de un incendio en el fundo en medio de un calvario judicial. Marcelo Catrillanca fue detenido siete veces, había estado preso en Collipulli y recibió una condena de cinco años y un día.

El resto de los recuerdos de Vania son los mismos que tiene toda la comunidad.

Camilo en su moto azul. Camilo en el tractor. Camilo montado en arriba de su yegua “La morena”. Camilo labrando la tierra.

-Él era muy querido en la comunidad su muerte nos afectó a todos y es algo que nunca vamos a olvidar-, dice.

Ese día ella estaba en su caso al cuidado de Wünelfe, tiempo en que su primer hijo era apenas un recién nacido. Justamente esos días, la ex pareja de Vania, estaba trabajando con Catrillanca. Se sintieron balas durante toda la tarde. Vania e estaba encerrada mientras recibía los WhatsApp sobre un posible enfrentamiento. Fue la abogada Karina Riquelme quien la llamó para avisarle que en las noticias ya hablaban de la muerte de un hombre. “Lamngen, hay un herido grave en Ercilla y u periodista me está diciendo que falleció”, le dijo.

-El enfrentamiento fue cerca en lo que era antes tierra de Urban -, comenta apuntando hacia la ventana.

-Yo me preguntaba pero cómo si acá aún no sabíamos nada. Cuando pasaron unas horas se supieron más cosas, claro los mismos pacos que lo hirieron se lo habían llevado a Ercilla-, dice y hace una pausa.

En un momento le habló una de sus vecinas, porque necesitaban un vehículo para ir a Ercilla. La noticia sobre la muerte de Camilo Catrillanca se extendió por toda la comunidad.

-Kathy, la viuda, estaba en la casa y no tenía cómo salir. Justo llegó un amigo en auto y fuimos a buscarla. Claro cuando llegamos nos confirmaron que Camilo estaba muerto. Ya no había nada que hacer. Me afectó mucho. Era la primera vez que después, de tantos años de lucha, nos mataban a alguien. Nos marcó a todos yo creo. No lo creíamos y hasta el día de hoy no lo creemos. En ese momentos ni siquiera nos dijimos entre ambas comunidades “Dejemos las diferencias de lado”, simplemente fuimos a apoyar nomás. Era un lamngen de Temu. Era lo que había que hacer-, confiesa.

Este texto es parte del libro Corazón de weichan: historias de vida y resistencia de mujeres mapuche (Editorial Planeta)
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Escrito por

Periodista feminista. Autora de “Abandonados: Vida y muerte al interior del Sename”

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