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¿Nos ven? Acá, seguimos juntas

¿Nos ven? Acá, seguimos juntas

Ya pasó otro 8 de marzo y quedan las reflexiones. Tras el interés esporádico de los medios de comunicación y frente a las críticas conservadoras, pensamos en las diferencias reales que viven gran parte de la mitad de la población (mujeres) adentradas en el siglo 21. ¿Tendremos que esperar 200 años para ver espacios de equidad reales para todas y no unas pocas que tenemos el privilegio de haber vivido con menos violencia a nuestro alrededor?

Con pavor, se siguen oyendo y leyendo en redes sociales discursos violentos como que el 8M, o el mes de conmemoración, es sólo de “las locas de siempre”. Dicen que ya hemos logrado avances como votar, trabajar fuera del hogar, que incluso “nos pegan menos que antes” y podemos estudiar sin pedir permiso; que en otros lugares del mundo sí que las mujeres viven discriminación real. Que el problema radica en las madres que crían a los hombres. Que somos nosotras mismas las que nos buscamos los problemas. Que todas las mujeres somos adoctrinadas desde que nacemos para cumplir con este rol. En fin, muchos “Que”.

Acongoja seguir viendo diariamente desapariciones, violencia doméstica, abusos de poder, feminicidios con familias destrozadas por la ausencia de sus hijas y hermanas. Me parece que aún hay una indolencia sin precedentes.

Este mes de la mujer quiero bajarme del letargo cómplice del día a día, que hace caso omiso a los gritos de mis compañeras, del que se queda en su espacio de privilegio sintiendo que con que su metro cuadrado está a salvo, y que el resto se rasque con sus propias uñas. Me rehúso a los cuidados feminizados y a considerar justas las dobles o triples jornadas de trabajo de la gran mayoría de las mujeres que trabajan fuera del hogar y llegan a realizar las tareas domésticas en sus horas de descanso. Me niego a que no me importe mientras no las haga yo, reconociéndolas como una obligación histórica de las mujeres cuando entran al sistema. Me revelo que la ilusoria corresponsabilidad en el cuidado y administración del hogar donde los hombres que “ayudan” son recibidos con honores.

Me revelo a conformarme.

Este marzo me bajo de todo aquello que me hace creer las cosas son así por naturaleza, que nada se puede cambiar o quedan muchos años para los cambios tangibles y hay que resigmarse. Seguiré gritando fuerte, por todas mis compañeras, que merecemos un mundo más justo. Sé también, que en ese camino, encontraremos mujeres que dirán que esta lucha no las representa. Pero mientras no podamos decidir libremente si seguir con un embarazo, caminar por la noche sin miedo, recibir un salario justo y digno, que se reconozca el cuidado de niñas/os, ancianos y enfermos como un trabajo real, quiero decirles a todas a ellas, a las que no representamos, que seguiremos levantando la voz. Gritaremos también cuando las toque el lado oscuro de nuestro mundo.

Con más o menos diferencias, con más o menos aistentes en una marcha, seguimos siendo una postal de abuelas, hijas, madres y hermanas. Un incorformismo que resuena y llegó para quedarse. En ese sentimiento latente, seguimos y seguiremmos juntas. ¿Nos ven?

 

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Escrito por

Directora Escuela de Obstetricia y Neonatología de la Universidad Diego Portales.

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