En la esfera judicial, la injusticia se manifiesta con crudeza cuando una mujer es condenada por defender su vida del horror del abuso sexual y la violencia machista. Tal es el caso de Katty Hurtado, cuya lucha por sobrevivir la llevó a enfrentarse a su agresor y, paradójicamente, a un sistema que debería protegerla.
Katty, que durante años fue víctima de violencia por parte de su expareja, se vio obligada a actuar en su propia defensa. Sin embargo, en lugar de encontrar apoyo y comprensión, se encontró con un sistema judicial que la condenó a 20 años de cárcel, un castigo inmerecido para una mujer que luchó por su vida en un entorno de peligro cotidiano.
Pero la injusticia no cesa ahí. Tras su encarcelamiento, Katty ha sido víctima de graves abusos por parte de aquellos encargados de custodiarla. El sistema carcelario chileno, lejos de ofrecer protección, ha expuesto su vida a más peligros. El reciente incidente de abuso sexual bajo la custodia de Gendarmería es un tropiezo en el deber del Estado de garantizar los derechos humanos de todos los ciudadanos, incluso de aquellos que están privados de libertad.
Ante esta situación, colectivos feministas como Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres y Coordinadora Feminista 8M han alzado su voz en demanda de justicia para Katty. La solicitud de indulto presidencial es un pedido de urgencia para salvaguardar la vida de una mujer cuyo único “delito” fue defenderse de la violencia de género.
Es profundamente desesperanzador y frustrante observar cómo –una vez más– la cárcel parece reservarse principalmente para los más vulnerables. Mientras que aquellos en posiciones de poder –incluidos exalcaldes y figuras políticas– reciben tratamientos privilegiados incluso cuando están involucrados en casos de corrupción. La disparidad en el sistema judicial es patente: mientras algunos apenas enfrentan prisión preventiva, las mujeres vulneradas como Katty Hurtado son condenadas sin piedad, enfrentando la fría disyuntiva de morir a manos de su abusador o sobrevivir en un entorno de abusos continuos bajo la tutela del Estado.
Esta injusticia resalta una dolorosa realidad: como mujeres, nuestras manos parecen estar atadas. Estamos sentenciadas de una forma u otra a sufrir violencia por el resto de nuestras vidas. Este ciclo de violencia sistemática y desigualdad de género perpetúa un estado de opresión que no podemos permitir que continúe. Es hora de que se reconozca esta realidad y se tomen medidas concretas para cambiarla.
Bajo un gobierno que se autodenomina como “feminista”, las expectativas de justicia y equidad para las mujeres se elevan considerablemente. Sin embargo, es contradictorio encontrarnos con la persistencia de injusticias palpables contra las mujeres, como en el caso en cuestión. En un momento en que se promueve la igualdad de género y se enfatiza la protección de los derechos de las mujeres, es inconcebible que una mujer como Katty sea condenada a una pena desproporcionada por defender su vida de la violencia machista.
Estas injusticias no sólo perpetúan la violencia de género, sino que también institucionalizan y normalizan el abandono. Estas situaciones demuestran que los casos de abuso y violencia son normales, y que defenderse o buscar justicia solo aísla a las víctimas de la sociedad, privándolas de oportunidades para prosperar. Este mensaje implícito de que una mujer no puede cambiar su destino es inaceptable en la sociedad actual.
Vivir con miedo al desamparo, incapaces de escapar del ciclo de violencia, sin la garantía de protección por parte del Estado, es una realidad indignante que no puede ser ignorada. Por ello, es fundamental que el gobierno actúe con firmeza. El indulto para Katty Hurtado trasciende la justicia individual; es una declaración en contra de la institucionalización de la violencia de género. Es un paso hacia la creación de una sociedad donde la igualdad y la justicia sean pilares fundamentales de nuestro sistema legal y social.
La declaración abierta de un gobierno como feminista conlleva la esperanza de un compromiso genuino con la lucha contra la discriminación de género. Sin embargo, esta promesa retórica debe respaldarse con acciones concretas y políticas efectivas que aborden las raíces de la desigualdad de género en todas sus formas.
La vida de una mujer no puede depender de plazos burocráticos mientras su integridad está en peligro. La urgencia del indulto para Katty Hurtado no solo radica en su caso individual, sino que también simboliza la lucha más amplia contra la violencia de género y la injusticia sistémica. Es un llamado a la acción para transformar un sistema que, en lugar de proteger a las víctimas, las castiga y las revictimiza. La liberación de Katty Hurtado es un paso crucial hacia la construcción de un futuro en el que todas las mujeres puedan vivir libres de miedo y violencia, donde la justicia sea verdaderamente equitativa y accesible para todos, independientemente de su estatus socioeconómico o género.