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Las regalonas del patriarcado y su complicidad con la violencia machista

En la etapa escolar, que es nuestro primer entorno social, los hombres se relacionan con el sexo opuesto con la favorita: “la más linda”, “la más simpática” o “la más vanidosa”. En el recuerdo de todas están las compañeras de colegio que se reían de las  bromas de los varones- por más viles que fueran-, las que compartían el gusto por el sufrimiento de “la gorda” y “la fea”. El resto – como despojos-eran segregadas, disminuidas y casi imposibilitadas de llamarse “mujeres”, en ese pódium de una carrera en el que solo ellos eran los jueces.

La competencia clásica por la atención masculina: mujeres contra mujeres.

Con el tiempo siguen las pares profesionales, las que crean contigo un mundo nuevo en la amistad política cuando el feminismo te permea por completo, las compañeras, las amigas que se quedan para toda la vida; pero también están las otras. Son aquellas que miraron hacia el lado en episodios de maltrato y acoso a colegas. Las “A mí nunca me pasó nada”, las “A mí nunca me acosó”, las “Prefiero trabajar con hombres”. Incluso hemos escuchado mujeres definirse abiertamente “misóginas”. Mujeres exitosas que sostuvieron sus carreras en la anulación y maltrato a otras.

Como feministas también nos hemos vuelto compasivas y, a su vez, no dejas de mirar con espanto que ellas viven inconscientes de que fueron secuestradas y hoy padecen una especie de “Síndrome de Estocolmo”. Al negar a otras niegan sus propias vivencias y vulneraciones. Porque una de las verdades más dolorosas que se aprende en la etapa profesional- más temprano que tarde- es que todas fuimos o seremos tratadas según lo que estemos dispuestas a ceder.

La académica y escritora feminista Andrea Franulic- en sus textos y entrevistas- cita a la teórica Margarita Pisano con la definición “la regalona del patriarcado”, para referirse a las mujeres que tienen complicidad con los hombres y no con las mujeres y cómo dentro del patriarcado somos medidas respecto de los parámetros masculinos.

“Estamos tan colonizadas que no queremos renunciar a sentirnos la elegida entre todas, no queremos renunciar a ser las regalonas de papá. A veces tratamos de conseguir su reconocimiento usando la seducción y la incondicionalidad en plena conciencia de la ilegitimidad del poder del colectivo varón, en eso por lo menos hemos avanzado las feministas, en la conciencia”, dice Pisano.

Estos días ha estado en la palestra el caso de Nicolás López y – sin quitar la lupa sobre el verdadero responsable de las agresiones a ocho mujeres- una de las críticas en las redes sociales apuntaba a las actrices Ignacia Allamand, Paz Bascuñán y Loreto Aravena, las mismas que fueron a entregar su testimonio en contra de las denunciantes y en apoyo al victimario. También se vio a la abogada Paula Vial -quien se dice feminista- ser parte del continuum de violencia machista: el desacreditar a las víctimas.

¿Entienden el peso de este mensaje para otras mujeres que quieran denunciar?
“El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, decía Simone de Beauvoir.

Hoy, en un momento histórico de rebeldía, de un feminismo que late fuerte, es importante dejar estos patrones de comportamiento atrás. Erradicarlos. Para muchas no será fácil, pues hemos sido socializadas dentro del machismo y en la creencia de que nuestros logros se dan en oposición a la otra. Nos han hablado de las “envidias” para separarnos, la trampa infalible del varón. Pero para muchas, el feminismo ha sido nuestra boya en un mar oscuro de incertidumbre y una elección de vida (que no es un cheque en blanco de nuestra conducta). Por eso también debemos revisar constantemente nuestros propios comportamientos. Matar a la traidora que llevamos dentro e incluso soñar con quitarle yardas al enemigo. Es decir, pensar en que podemos rescatar a las rehenes. Por más que duela el comportamiento de mujeres alienadas a nuestro alrededor, la verdad es que las reglas no las escribieron ellas. Esto es un problema sistémico.

A las regalonas del patriarcado, a las actrices que pasan por alto el dolor de un abuso sexual, les decimos que sabemos -otorgándoles el beneficio de la duda- que quizás sus procesos de deconstrucción serán más extensos que el de otras, quizás tienen más resistencias que otras. Eso sí, tenemos la certeza de que han sido seducidas para traicionar a sus congéneres ostentado la corona reluciente de “la hija favorita de papá”.

Pero, cuando les pase a ustedes, cuando la garra de la violencia machista las alcance (porque nos alcanza a todas, incluso a las privilegiadas), acá estaremos para decirles “Yo te creo”.

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Escrito por

Equipo La Otra diaria

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