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La noche en que fue fácil matar: cronología del asesinato David Toro en manos de un carabinero

El  joven de 19 años fue el primer ciudadano asesinado tras la aprobación de la Ley Naín-Retamal. Su padre, amigo y vecinos hablan del uso de fuerza desmedida en el operativo policial del ocho de abril. Dicen que a David -conocido como ‘El Popín’ entre sus cercanos- no alcanzó a  bajarse del auto tras el choque con la patrulla donde un carabinero quedó aplastado y con lesiones leves. El cabo primero, Patricio Vargas, abrió fuego en segundos con una subametralladora Uzi. La Otra diaria reconstruyó las últimas horas del joven y los eventos que terminaron con su asesinato. 

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27/04/2023

El Kia Sephia de color plomo era el orgullo de David Toro (19). Lo había comprado hace un mes-con una pequeña ayuda de sus padres- y lo ocupaba de “Uber pirata” para hacer “carreras”, donde en la mayoría de los viajes transportaba a vecinos y conocidos. Así también tuvo otros empleos esporádicos: cosechó lechugas en un huerto de Santo Domingo y fue ayudante en algunas construcciones del sector. Con esos “pololitos” había conseguido, de alguna forma, la tan anhelada independencia económica. 

Este año iba a terminar los estudios de Mecánica Automotriz en la Escuela Industrial de San Antonio (EISA), estaba ilusionado con la carrera de sus sueños y se habría titulado de no ser por la fallida inscripción: cometió un error y  se anotó en Mecánica Industrial. No pudo revertir la matrícula, los cupos en la especialidad que quería se agotaron  y David se vio obligado a una especie de año sabático. 

“El Popín”, piernas largas y ojos chinos, se había ganado ese apodo entre el grupo de amigos por sus pómulos rojizos, igual que el payaso que aparecía en los sketch del extinto programa Morandé con Compañía. 

Era hijo de Álvaro Toro (43), un electricista, y de Leontina Córdova (44), una mujer que se había empleado, en varias ocasiones, como trabajadora doméstica. La familia tenía tres hijos: Jordan (21), David y Damián, de cuatro años.

Entre peleas e idas y vueltas con su novia Angelina, finalmente habían decidido terminar, así que se fue a vivir por un tiempo con Óscar, un amigo de la infancia.  David alternaba su estadía entre ese lugar y la casa de su abuela materna. Allí también se quedaba su hermano mayor.

El sábado ocho de abril, cerca de las tres de la tarde, junto a Óscar llegaron a buscar a “N” (19) y a “S” (19),  dos amigos que pasaron la noche en la casa de otro joven llamado Martín. 

-Vamos a dar una vuelta antes del carrete- , les dijo David. Tenía las expectativas puestas en una fiesta en la noche en el Espacio Enjoy, ubicado al frente de la plaza de Llolleo.

Los cuatro fueron a la plaza Estrella, pero no encontraron a ninguno de sus conocidos, así que decidieron emprender rumbo hacia al Paseo Bellamar y se estacionaron por José Manuel Balmaceda. Un reggaetón sonaba cada tanto en la radio y David no dejaba de hablar de la fiesta. Quizá la reciente ruptura con su novia le había dado el impulso de salir a otros lugares y conocer gente nueva. Necesitaba un nuevo aire. Venía llegando de Santiago. 

-¡Allá las fiestas son otra cosa poh!-, les dijo a sus amigos, con gesto de triunfo. 

Caminaron un rato y emprendieron rumbo al mall Arauco San Antonio porque quería estrenar ropa. Compraron helados y él quiso un milkshake, era fanático de esa bebida congelada. Los tres amigos esperaron media hora a que David eligiera un polerón; podía ser muy vanidoso. También les dijo que sí o sí tenían que ir a un barbero para cortarse el pelo. Los bordes del cabello a ras, la chasquilla prolija, era su peinado característico. Estaban contentos.

La noche prometía.

 

***

“N” acaba de despertar de la siesta. Vestido de bermuda y chaqueta negra, está sentado en el living junto a su madre, una mujer de rasgos finos que lo mira desde cerca. Escucha con atención la historia que su hijo relata y asiente cada tanto. El joven tiene el celular en la mano, en el que clava la mirada a ratos, mientras trata de no perder la atención a las preguntas que lo sacan de esa especie de letargo.

Es la primera entrevista que da. Ocurre un domingo en la tarde, ocho días después de la muerte de su amigo.

Dice que le hace bien hablar, le ayuda a entender un poco lo que pasó. Es alto y los ojos grandes, que resaltan en su tez clara, se ven hinchados. Habla con gestos cansinos; puede ser el efecto de los analgésicos y relajantes musculares. Desde lo ocurrido y el posterior arresto domiciliario, no ha podido conciliar el sueño. 

-Una noche me quedé con mi polola y me puse a llorar, se me apretó el pecho. Mi mamá me tuvo que dar medicamentos-, dice y vuelve a mirar el celular.

Recuerda el sábado ocho de abril con detalles obsesivos. Conocía a David desde los 12 años, cuando jugaban a la pelota. “El Popín” jugó como volante y delantero del Club Cartagena Atlético. 

Cuenta cómo crecieron juntos y la única anécdota, que lo hace reír por un momento, es justamente una broma de esa última tarde en la que estuvo su amigo.

Después de pasearse por varias tiendas, salieron del mall y entraron a una galería donde vendían ropa de marca Lacoste, Nike y Jordan, entre otras. Estuvieron media hora esperando a que David eligiera, sus amigos sabían que podía ser quisquilloso al momento de comprar. 

-Se fijó en una bomber negra de marca Lacoste  y preguntó el precio: cuarenta y cinco lucas. Imagínese, cuarenta y cinco la pura prenda. Igual le dijimos que se le veía bien y decidió comprarla. Después salimos y le preguntamos ‘¿A ver la etiqueta? Decía ‘Made in China’ (sic) ¡Y lo hueviamos caleta!-, dice. 

 “N” atesora esos minutos.

-Fue entero bacán ese momento, todos cagados de la risa por algo tan simple, lo más mínimo y estábamos contentos. Había felicidad. Igual se veía fachero, le quedaba bien porque era bonita la bomber. De hecho le dije que me dejara probármelo y también lo encontré bonito-, cuenta.

Se fueron rumbo a Cartagena, David se acordó que necesitaba líquido para los frenos e insistió en pasar donde el “barbero amigo”, pero no encontraron hora. Cargaron bencina en la Copec de San Sebastián y allí también compró el líquido de frenos.

En el auto iban  David, “N” de copiloto, “S” y Óscar en el asiento de atrás. Este último quería bañarse antes de ir a la fiesta. Siguieron en el auto hasta San Antonio. 

Solo los tres volvieron a la plaza Estrella de Llolleo, esperaron a ver si el ambiente en la calle se “prendía” un poco con los conocidos que empezaban a transitar por esa hora. Cerca de las 18:30 comenzó a oscurecer y partieron a La Campiña. 

“N” recuerda que en un momento se subió al auto una prima de Angelina. Alcanzó a viajar unos minutos con ellos y antes de llegar a la calle Ginebra, se detuvieron en un negocio que da hacia un paradero de micros. 

-Me bajé del auto, le pedí a “S” que me comprara una cerveza. Le pidieron el carnet de identidad y no tenía. David le prestó el carnet y volvió al auto. Tomé unos sorbos y fuimos a la cancha-, recuerda. 

*** 

Natalia Ramírez (37), vecina de Llolleo recuerda al “El Popín” como uno de los mejores amigos de su hijo. Todos los niños se conocieron cuando ella vivía en Cartagena cerca de la Casona Conte Verde, donde hoy se emplaza un hotel. Recuerda que el  grupo de adolescentes que se entretenía jugando a la pelota en el sector de El Chiflón, la copa de agua o la Caleta San Pedro.

David podía estar toda la tarde nadando. Incluso en una ocasión su padre tuvo que quitarle unas aletas para que dejara de nadar mar adentro. Para Natalia, el agua era como el hábitat natural de David.

– Ellos nunca dejaron de verse, incluso cuando llegué a Llolleo. Lo que pasó ese día, ocurrió a ocho cuadras de mi casa. Esa cancha la habían arreglado hace poco, los jóvenes se iban a juntar ahí y también hay gente que vende leseras. Los carabineros empezaron a llegar. Yo les prohibía a mis hijos que fueran para allá. Algo malo iba a pasar, lo presentía-, confiesa Natalia. 

Para ella todo se trató de un prejuicio contra jóvenes pobres. Lo mismo le podría haber pasado a su hijo, cree.

-Quizá el que se fue un poco por otro camino es “S”, pero El Popín tenía una papá estricto, había ido en un buen colegio, uno donde no cualquiera entra. No entiendo por qué le tuvo que pasar esto a él-, insiste.

Algo parecido dice “N”, de su amigo “S”. Era “el pelusón” o el “jugoso”. Es el mismo joven que aparece en un video detenido por Carabineros. Su compañero tiene la nariz rota y le sangra, uno de los funcionarios los graba y se provocan. 

Mira a la cámara. Te voy a meterte preso-, le dice unos de los Carabineros.

-¡Me los paso por el p…!- contesta furioso “S”. 

“N” dice que David estaba lejos de todo eso, quizá era su familia unida las buenas notas que alguna vez tuvo, o quizás “los otros”, simplemente, tomaron un rumbo diferente. Para él, David no era como “S”. Era mejor. “El mejor” del grupo.

-Les sale dando jugo, a veces robaba  y yo había hablado con él, para que cambiara. Lo detuvieron  varias veces, pero ni el Popín ni yo tenemos antecedentes-, insiste “N”.

La Campiña es un sector de San Antonio ubicado en Llolleo. A simple vista se avistan casas de uno o dos pisos y algunos edificios que parecen salpicados en una colina seca de árboles escasos. Un lugar donde los vecinos pueden caminar hasta diez cuadras hacia una avenida para tomar locomoción.  Allí también abundan almacenes familiares, botillerías y locales de comida al paso. Todos se conocen, el tejido social parece vivo, pese a todo. El barrio entero está de duelo.

Muchas madres del sector los lloraron a “El Popín”, quizá como una forma de exorcizar su propio miedo.  

Natalia hizo un posteo en Facebook para pedir ayuda para mandar a hacer poleras con la cara estampada de David. La municipalidad de Cartagena ayudó con los toldos y termos. Otras mujeres del sector recopilaron videos para reconstruir lo que había pasado ese noche. Todas estaban preocupadas por Leontina que no paraba de trabajar y correr de un lado a otro, como en trance.

-Acá también hay gente de esfuerzo y solidaria, así como David también quería a sus amigos y era un cabro cariñoso “de piel” -, dice Natalia.

Según los vecinos la cancha donde “ocurrió todo” – el eufemismo que usan unos y otros – hay vendedores de drogas y microtráfico. Quizá por eso, creen, la presencia policial, comenzó a hacerse mucho más frecuente.

Dos días antes de la muerte de David, se confirmó  el asesinato del carabinero Daniel Palma, quien fue baleado en dos ocasiones, mientras realizaba una fiscalización en Santiago Centro.

Su velorio y posterior funeral fue transmitido en vivo por los canales de televisión, mientras los reporteros entrevistaron a vecinos del sector, mujeres que a gritos pedían que los militares salieran a la calle. 

Tras una apresurada tramitación en el Congreso, el diez de abril se publicó la denominada Ley Nain-Retamal, norma que fusionó dos proyectos de ley destinados a proteger la labor policial. La actual Ley Nº 21.560 fue promulgada por el Presidente Gabriel Boric el jueves seis de abril,  tras varios días marcados por la muerte de otros dos funcionarios policiales: Álex Salazar y Rita Olivares

La publicación instauró una mayor protección a los funcionarios de Carabineros, Gendarmería, Policía de Investigaciones (PDI) y las policías de aeronáutica y marítimas, lo que incrementa las penas para quienes ataquen a estos funcionarios. En ese momento, el subsecretario del Interior Manuel Monsalve, fue enfático en que la norma podría aplicarse de forma retroactiva. 

Por otro lado tampoco se dejaron esperar las críticas respecto de darle atribuciones a Carabineros, justamente, cuando aún estaba fresco el recuerdo de las víctimas de traumas oculares, entre otro casos de abuso de la institución.

La Otra diaria accedió al registro de querellas de lesiones por disparos que lleva el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) desde  marzo del 2020 hasta marzo del 2023: 577 por disparo de perdigón; 46 por disparos de balín; 23 por disparos de bala; 208 disparos por carabina lanza gases.  La mayoría de las lesiones por bala ocurrieron en la Región Metropolitana.

***

La noche del sábado, tras comprar la cerveza, los tres amigos llegaron a la cancha. Ya estaba oscuro y “N” pensó que que en cualquier momento podía pasar una patrulla. Miró hacia al frente, pero solo veía  los focos encendidos de los autos que lo encandilaban cada tanto.

Los cabos Joel Bravo  y Patricio Vargas salieron de la primera comisaría rumbo a un patrullaje preventivo por Llolleo. Fue a la altura del 1717 de calle Ginebra, entre Los Álamos y Los Laureles, donde avistaron a David y sus amigos detenidos en el auto.

Se estacionaron al costado y se sumó un segundo vehículo policial detrás de ellos. 

-”¡Cacha, llegaron los pacos y hueá!”- dijo “N”

“N” no entiende si la reacción de su amigo fue por miedo a que le quitaran el auto o porque andaban con marihuana (3,8 gramos), pero David se inquietó a un punto en que no supo qué hacer.

El Kia Sephia también tenía un desperfecto el motor de partida, que lo hacía demorar unos segundos en el arranque. “N” conocía buena parte las mañas del auto de David, porque al igual que a su amigo, le gustaba la mecánica. 

El auto partió. David aceleró y logró tomar la pista. Pasó la primera patrulla y, al momento de pasar la segunda, vio un auto en sentido contrario lo que hizo más angosto el espacio entre ese vehículo y la patrulla de Carabineros. Al mismo tiempo ya había bajado del carro policial el cabo Bravo. David decidió pasar por ese espacio y chocó con el costado derecho de su auto la puerta del piloto de la patrulla.  Se asustó y frenó brusco. 

-¡Párate ahí, párate ahí, bájate del auto, manos arriba!- fue la orden de Carabineros.

David habría alzado las manos.

En los recuerdos de “N”, Vargas saltó encima del capó del auto, le pegó patadas al parabrisas y abrió fuego usando una subametralladora Uzi.

“N” solo recuerda el ruido metálico de los disparos y que se cubrió el rostro con la manos, como si con ese gesto hubiese podido escapar de todo lo que estaba pasando.

Fueron segundos que le parecieron eternos.

-Cuando escuché la ráfaga, quedé pa’ la cagá. Ni siquiera me agaché, no me tiré debajo del asiento. Escuché cinco disparos o algo así. Mis manos tenían sangre, pero no era mía. Vi que estaba bien. No tenía ninguna herida. Pero miré al lado y vi a “El Popín”. Fue su expresión no sé,  pero supe que mi amigo estaba agonizando-, recuerda.

El relato de “N” tiene puntos en común con la declaración de Vargas-a la que este medio tuvo acceso, (otro carabinero tomó su testimonio). Dice que David chocó con el carro policial y Joel Bravo quedó aprisionado entre el auto de David y la patrulla. El cabo primero habría visto en “peligro inminente de muerte” a su compañero, por eso se bajó e hizo uso de la Uzi “con un número indeterminado de disparos”. 

El cabo segundo fue trasladado al hospital del sector y luego al de Carabineros. La hoja de atención en el hospital indica que quedó “Policontuso con observación en ambas rodillas de carácter leve”. Se le recetó Diclofenaco.

Hasta el lugar llegó el fiscal Fred Silva Valenzuela. A las 23:30 se le leyó los derechos a Vargas por el delito de homicidio. Tras la autopsia de David, en el Servicio Médico Legal de Valparaíso, se habrían encontrado dos proyectiles en el cuerpo de David.

***

En la detención “N” quedó  frente a “S” con los rostros aplastados en el suelo. Ambos le rogaban  a carabineros que socorrieran a David. A “N” le pegaron con la culata de una pistola en la cabeza y una patada en la boca. Los disparos a David habían sido certeros al impactarle en la cabeza.

-Nadie los fue a ver, solo ayudaron al paco que había recibido un topón-, dice “N” con una expresión triste.

En los otros recuerdos vívidos de lo que siguió esa noche, él está junto a “S” en los asientos traseros de una de las camionetas de carabineros. En el video de la detención -que se viralizó-  se ven como los golpean.  En ese momento “N” decidió sacar su teléfono, oculto entre su calzoncillo, para enviarle mensajes de audio a uno de sus amigos o a cualquiera que pudiera escuchar lo que había pasado.

– ¡Vamos a la comisaría de Barrancas, hueón! ¡Avisa a la mamá del Seba, vayan ahora, compañero! ¡Avísale al Jordan, a la familia de El Popín!

– ¡A todos…! -, insiste “S”.

Camino a la comisaría se empezaron a calmar unos a otros. Sí. David estaba muerto. A El Popín le habían disparado. Estaban vivos de suerte.  

– Yo fui duro, como una persona sin corazón, porque les respondí ‘hermano, hueón, ya era, está muerto, lo mataron’. Quería demostrar fortaleza pero en realidad estaba pa’ la cagá, lo sigo hasta ahora. El Popín, mi amigo, estaba muerto”- ,concluye.

David murió cerca de las ocho veinte de la noche, y el cuerpo se levantó cerca de la una y cuarto de la madrugada.  Así también lo corrobora un parte policial. 

Según varios testigos hasta el lugar llegó un fuerte contingente policial, los vecinos hacían Lives en sus redes sociales y grababan. Muchas mujeres del sector llegaron a preguntar quién era el joven asesinado, porque temían que el joven muerto pudiera ser uno de sus hijos. El ánimo se empezó a crispar. 

-¡Mataron a un cabro, era solo un cabro! ¡Digan quién es!- , gritaban los vecinos.

Así también lo recuerda el padre de David.

De los tabiques de la casa de Álvaro y Leontina cuelgan diplomas y fotos de familiares. Las paredes de madera que dan un aire cálido a la casa que él mismo construyó de palmo a palmo. En el living, hay un altar: un cactus, una vela blanca y un incensario de madera sobre un plato. Todo encima de la base de una máquina de flipper, uno de los juegos favoritos  de David. Leontina se pasea por la casa, acompañada de las amigas de su hijo. 

Sentado en el sillón, Álvaro se libera un rato de su celular  que esta colmado de mensajes y no ha parado de sonar. El cansancio se le nota en los ojos. 

Al mismo tiempo que Álvaro, acompañado de Jordan, se abría paso por la calle Ginebra, veía cómo los colectivos y micros -atochados-eran desviados por Carabineros.  Una vez allí  pidió información para confirmar si era cierto que había muerto David. Quizá podría ser otro joven. Quizá Jordan o sus amigos estaban confundidos. Todos se visten de forma parecida. ¿Era él? ¿Era su hijo? Pero hacía horas que David había dejado de contestar el teléfono. Era él, sin duda. 

-El cabo al que consulté le fue a preguntar a un funcionario de mayor rango quién era el joven que había muerto, tras ir al lugar del altercado, luego se acercó para decirme que esperara. Pero se demoró demasiado y accedí al lugar-, cuenta.

Angelina estaba cerca del cuerpo de David e insistía en que  le dijeran de una vez si se trataba de su ex pololo. De pronto hizo un gesto. Se subió las mangas del polerón y se tocó el pecho. Mostró un  tatuaje que se habían hecho junto a David: unas alas con la inscripción de una fecha.  Dicen que es la data de la pérdida de un embarazo. Alguna vez soñaron con ser familia. 

La gente comenzó a irse y la calle parecía más oscura en ese paisaje que ahora solo estaba iluminado por las balizas de los carros policiales.

-Lo siento, tío-, le dijo Angelina, mientras Álvaro se acercaba.

Él  la alejó con los brazos y caminó de vuelta a su auto.  

“Hay cosas que le duelen mucho”, dice.

Lo que más le molestó es que hayan dicho que su hijo era parte de una banda de asaltantes.

– “¡Qué bueno que mataron al delincuente!”, fue lo que  escuché varias veces  Eso me  destrozó por dentro .-, dice y las palabras se vuelven un suspiro pesado.

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Nota de la Redacción:
Miguel Yañez es abogado penalista de Derechos Humanos, en una entrevista en su  oficina en la calle Urmeneta de San Bernardo, dice que la Ley Naín Retamal ha generado mucha inquietud entre sus colegas expertos en delitos de lesa humanidad. Él fue uno de los querellantes en el caso de la senadora Fabiola Campillai y también -como parte de piquetes  jurídicos durante el estallido- le tocó registrar otros casos de apremios ilegítimos y hechos de violencia institucional. Dice que una de las principales críticas a esta ley es que prácticamente se va a dejar a Carabineros al margen de la legalidad toda vez que usen sus armas de fuego de forma arbitraria o injustificada contra ciudadanos y ciudadanas.
“Lo que decimos, es justamente, porque parte de la base de esta ley sitúa inmediatamente a Carabineros en un marco de impunidad. Hay que recordar que el código penal chileno tiene eximentes de responsabilidad para los policías y todas las personas que es la ‘Legítima defensa’, por tanto no era necesario una norma donde se presuma de derecho que todo carabinero actuará conforme a la ley por el solo hecho de ser uniformado”. 
Para Yáñez, tras la promulgación y posterior aprobación de la ley, comienza un retroceso en temas de seguridad e incumpliendo tratados internacionales de DDHH. “El uso de la fuerza también tiene una reglamentación en donde los agentes del Estado deben cumplir ciertos protocolos ante un delito. Esta ley soslaya esta situación y hace que actúe de forma impune de disparar contra un ciudadano (a) en el hecho de solo presumir que alguien es un delincuente que los pueda atacar, como ocurrió en este caso (David Toro). Esta ley  además baja un grado el delito de Apremios ilegítimos. Los funcionarios policiales que han sido condenados podrían pedir que se revise su pena y queden en libertad. Ya ocurrió la primera aplicación donde la ley absolvió a cinco carabineros acusados de apremios ilegítimos durante el estallido. Estamos en un escenario complejo para todos los ciudadanos y ciudadanas”, concluye.
*El martes 11 de abril, Álvaro Toro, recibió un llamado del Instituto Nacional de Derechos Humanos, quienes lo guiaron respecto de que el cuerpo de David fuera periciado por el Protocolo de Minnesota: un manual sobre la prevención e investigación eficaces de las muertes potencialmente ilícitas. Trabajado por el Minnesota Lawyers International Human Rights Committee, este protocolo fue aprobado por la Organización de Naciones Unidas en 1991. “Esto permitía un examen más exhaustivo de algo que pudo haber pasado y que no quieren que se sepa”.
*La Otra Diaria se comunicó con Carabineros para consultarles si mantienen la versión de los hechos ocurridos el pasado 8 de abril, respecto de la fuga tras un atropello, el uso correcto sobre el arma fiscal y los suuestos antecedentes de los acompañantes. La información entregada por el coronel Héctor Sánchez de la prefectura San Antonio, recogida por el medio Publimetro el pasado 9 de abril, señalaba que los dos acompañantes de David “tienen antecedentes policiales por robo de accesorio de vehículo, robo en lugar no habitado y robo en lugar habitado”.
*Este medio también se comunicó con la Fiscalía de Valparaíso, quienes declinaron dar  declaraciones mientras existan diligencias pendientes en la investigación.
*Tras la consulta a la a institución policial, sostuvieron su versión inicial de los dos acompañantes de David en el auto presentaban antecedentes. Este medio también confirmó que ninguno de los tres jovenes registra antecedentes.
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Equipo La Otra Diaria

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