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La resistencia de las mujeres palestinas y las bombas del colonialismo

La resistencia de las mujeres palestinas y las bombas del colonialismo

Desde hace dos semanas la prensa internacional ha dirigido sus ojos a Medio Oriente, el bombardeo en la franja de Gaza cometido por Hamás y la recuperación de tierras palestinas por la vía armada activó las alertas del Mundo Occidental. A causa de este evento, la prensa mainstream comenzó a difundir imágenes del arquetipo del hombre “árabe”: militante masculino (con barba) de Hamás, o bien el joven palestino que lanza piedras a la cerca fronteriza del muro de Gaza. No obstante, es necesario replantearnos las narrativas y los arquetipos masculinos que se han instalado sobre la resistencia palestina al apartheid. Sabemos gracias a documentación histórica, que a partir de 1920 las mujeres palestinas, tanto en Gaza, como en Cisjordania tienen una presencia significativa como agentes históricos en la lucha contra el colonialismo, ya sea, en protestas, en la lucha armada, o como pilares indispensables del núcleo familiar/social de la cultura palestina.

Las mujeres palestinas, participaron activamente protestando desde la década de los 20’ contra el control británico. Formaron organizaciones de asistencia y políticas, como, por ejemplo: Unión de Mujeres Palestinas, Sociedad de la Unión de las Mujeres Árabes, para reunir recursos económicos y construir estrategias contra el colonialismo. Tras la Nakba (desastre) y la creación del Estado de Israel (1948), gran cantidad del pueblo palestino fue exiliado de sus tierras, y las mujeres tuvieron que desempeñar un rol clave; proteger la historia y la cultura palestina, cualquiera que fuera su destino o país de acogida se encargaron de mantener los recuerdos de la patria y la promesa del regreso a las nuevas generaciones. Por otro lado, poco se sabe que las mujeres que se quedaron participaron activamente en las intifadas.

En 1960 se articuló el Movimiento de Liberación Palestina (dedicado a recuperar la patria robada, influenciado por ideas paramilitares y marxistas), algunas mujeres se integraron a la lucha armada como, por ejemplo: Shadia Abu Ghazaleh y Leila Khalid, entre otras. La segunda dedicó su vida a la resistencia armada y lideró el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), a los 25 años participó en el secuestro de un avión estadounidense con el objetivo de exigir la liberación de presos palestinos y hacer visible el sufrimiento de la comunidad a los ojos del mundo, en específico, su intención fue evidenciar las violaciones de los derechos humanos vividas diariamente a manos del colonialismo israelí.

En 1987, se origina la primera intifada “levantamiento” o “revuelta de las piedras”, hombres, mujeres y niños salieron a las calles para luchar y resistir los 20 años de ocupación. Las mujeres, organizaron alternativas educativas para los niños/as después que todas las escuelas fueran cerradas. Además, hombres y mujeres crearon economías alternativas mediante el intercambio de productos domésticos. A su vez, establecieron protestas a gran escala. Por otro lado, desde una perspectiva democrática-conciliadora en los 2000, mujeres palestinas buscaron establecer espacios de diálogos con las mujeres israelíes.

Esto se expresó, en julio 2006 cuando las miembros de la Comisión Internacional de la Mujer para una paz palestina-israelí (IWC) realizaron una reunión de emergencia en Atenas, e invitaron a la comunidad internacional a intervenir en el conflicto, señalando que “Los civiles, principalmente mujeres y niños, están pagando el precio diario por este círculo y represarías. Este es un momento de gran peligro, sino toman medidas será demasiado tarde”. No obstante, con la llegada de la segunda intifada los puentes entre las mujeres palestinas e israelíes se cortaron, sin posibilidad de retornar.

En gran medida la segunda intifada cambió las dinámicas y la participación respecto a la resistencia, debido a la gran represión, el control y la progresiva expansión de los asentamientos israelíes. A partir de momento histórico, mujeres y niñas fueron el principal foco de violencia y neutralización colonialista, que las políticas genocidas iniciaron en el control del cuerpo de las mujeres. En ese sentido, a medida que la situación se hizo cada vez más crítica, las mujeres tenían menos oportunidades de empleo, educación, y sus padres preferían que se quedaran en las casas “protegidas” del genocidio étnico, las violaciones sexuales, entre otros peligros que las acechaban. No obstante, a pesar de la evidente desventaja (fuerza militar/apoyo internacional) que presenta el pueblo palestino, las mujeres siguen resistiendo día a día el apartheid, las bombas, la exclusión, el colonialismo. Resisten con sus cuerpos, sus cantos, resisten con sus redes políticas, resisten con sus poemas, resisten con sus memorias, como, por ejemplo, menciona la poeta Rafeef Ziadah: “¡Permíteme que hable en mi lengua árabe antes de que también ocupen mi lengua! ¡Permíteme que hable en mi lengua materna antes de que también colonicen su memoria! Mi madre nació bajo un olivo, en una tierra que, como dicen, ya no es mía. Pero yo atravesaré sus barreras, sus puestos de control, sus malditos muros de apartheid, y retornaré a mi patria. Pero tú me dices que este útero que hay en mi interior sólo te traerá tu próximo terrorista, usando barba y blandiendo una pistola, con turbante y negro como la arena. Tú me dices que mando a mis hijos a morir, Pero son vuestros helicópteros y F-16 los que están en nuestro cielo”.

La resistencia de las mujeres palestinas es histórica, y es importante que comprendamos su agencia, y memoria en la lucha. Debemos desarticular los imaginarios de revictimización que las narrativas occidentales han construido sobre sus existencias desde la mirada orientalista, islamofóbica, y eurocéntrica con el fin de comprender la resistencia que han forjado desde hace más de medio siglo ante la invasión de sus tierras.

 

 

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Escrito por

Camila Hola, investigadora del Observatorio de Historia Reciente de América Latina y Chile (UDP).

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