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Seguir jugando al “paco y al mapuche”, el futuro de la niñez en el Wallmapu

Seguir jugando al “paco y al mapuche”, el futuro de la niñez en el Wallmapu

Tengo recuerdos muy vívidos de mi infancia en el campo, jugaba en el barro en la orilla de un río. En el verano amarrábamos una cuerda a un sauce y desde ahí nos lanzábamos al agua; en los inviernos, salíamos a buscar camarones de ríos. Me calzaba las botas de agua y listo, mientras en la cocina las abuelas y las tías preparaban sopaipillas.

Crecí en medio de vivencias malas y buenas. Lo malo fueron las discriminaciones por mi origen, eso pasó principalmente en el colegio y otros espacios. Recuerdo perfecto la palabra “india” como una forma despectiva de dirigirse a quienes éramos mapuche. Cuando me llamaban así embargaba mucha rabia, pero con el tiempo y a medida que fui creciendo, me di cuenta que la gente utilizaba esa palabra para humillarnos desde la más profunda ignorancia. No sabían quiénes éramos nosotros, no sabían nada de nuestra nación.

Hoy tengo 37 años, soy madre de dos jóvenes de 19 y 14 años y trabajo hace una década enfocada en la niñez del Wallmapu. Puedo decir con claridad que los juegos de los niños mapuche han cambiado. Que antes lo que se llamaba jugar a la “la policía y el ladrón” hoy se convirtió en el juego  “el paco y el mapuche” y es el más común del territorio.

En este juego imitan la violencia ejercida por la policía armada dentro de sus comunidades, violencia que han tenido que experimentar –a muy corta edad- como personas de origen mapuche. En el juego se representa también la violencia tanto física como verbal que se ejerce en la realidad: Utilizan  ramas y palos de madera que serían “las armas” usadas por la policía. “Los pacos” en el juego deben cumplir ciertas características, gritar y demostrar ser agresivos; mientras quienes personifican a los mapuche o weichafe deben ser fuertes, rápidos y defenderse en grupo.

En la actualidad y con el aumento de la violencia y la militarización en el Wallmapu, el juego ha tenido otras variaciones. Pero la verdad es que los niños se presentan cada vez más irritables y atentos a cada acción que ocurra a su alrededor. Los niños y niñas están en un Estado de alerta constante. Sus dibujos son trazos en tonos oscuros, carentes de expresiones de alegría, también lo demuestran así.

En marzo se publicó el Informe “Violencia Institucional a la Infancia Mapuche” de la Red por la Defensa de Infancia Mapuche. El estudio revela los efectos de la violencia policial que se repiten en niños, niñas y adolescentes mapuche, tales como sentimientos de miedo intenso hacia agentes policiales – tanto de la policía uniformada como de la policía civil- sentimientos de tristeza y angustia, insomnio, pesadillas y flashback (revivir el trauma), llanto, desánimo, nerviosismo y depresión. Se mencionan que algunos niños duermen vestidos por miedo a los allanamientos (que mayoritariamente ocurren en la noche).  En adolescentes la rabia se expresa a través de cortes en diferentes partes de su cuerpo, como una forma de lidiar con el dolor.

Ahora me pregunto ¿Cómo fue la infancia de mis antepasados? ¿Qué nos dirían al vernos desgarrados por la pérdida de hijos, hermanos y padres asesinados por ser mapuche? Quizás que nos dirían también al ver esos lugares en los que yo jugaba en el barro, como los humedales que hoy se están secando, los bosques con especies nativas transformados en monocultivos o los ríos donde me bañaba, contaminados y cada vez con menos agua.

Ante los últimos acontecimientos sabemos que habrá un recrudecimiento de la violencia y nadie piensa en los niños. Estos días también reflexioné- después  de caminar, escuchar y sentir el dolor de nuestra tierra-, que nos arrebataron todo. Que nos quieren en silencio o exterminados. Que somos la piedra de tope del extractivismo del poderoso. Que no nos dejarán en paz.

Hoy vuelven a mi cabeza las palabras “india” y “salvaje”, pero al menos hoy esas palabras  no me dañan, tengo la certeza de que protegeremos la vida y nuestra tierra.

Anhelo que los niños y niñas mapuche  lleguen a vivir con alegría y plena libertad, sin miedo en sus pequeños corazones. Tienen derecho a jugar sin emular la violencia cotidiana de la que son víctimas.  A mis amados pu pichikeche les digo: “Luchen, sueñen y sientan a la tierra, porque es ahí donde habita nuestra historia y toda nuestra fuerza como nación mapuche. ¡Marichiwew!”

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Escrito por

Psicopedagoga, Defensora de los DDHH de la niñez Mapuche. Vocera de la Red por la Defensa de la Infancia Mapuche: Infancia Libre y sin Represión.

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