Esta semana se dio a conocer que la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, envió una carta a los ejecutivos de CNN Chile para dejar constancia de una situación vivida el día miércoles 4 de mayo, momentos previos a una entrevista. El episodio ocurrió cuando un camarógrafo del medio instalaba el retorno. En ese momento el trabajador le dijo “alcaldesa, no se preocupe, se lo voy a poner suavecito, como anoche”. La mayoría de los diarios hablaron de “palabras desubicadas” y otros eufemismos y la verdad que esta frase es acoso sexual a todas luces. Hassler reclamó al canal y el trabajador fue desvinculado.
Sin duda, no todas las mujeres que hemos vivido algún tipo de acoso, podemos elevar reclamos ni mucho menos obtener disculpas o el despido de quien nos agredió. Muchas, sino todas las veces, tenemos que experimentar el dilema: hablar o callar para evitar revictimizaciones y etiquetas en las que podemos ser encasilladas si nos decidimos por lo primero.
Esta acusación dejó en evidencia que el hostigamiento sexual en los medios es algo endémico. En este caso la víctima fue una autoridad y el canal actuó rápidamente, pero este tipo de comportamiento son prácticas normalizadas que las periodistas hemos experimentado por años en canales de televisión y redacciones. El periodismo es una profesión que en sus orígenes se reservó casi en exclusivo para varones y ese comportamiento es justamente el resabio de ese machismo y los silencios cruzados que rodean la violencia sexual.
Y quizá por la frase “Los periodistas nos somos la noticia”, nosotras hemos pagado con nuestro silencio.
Es decir las periodistas resistimos por no quedar sin trabajo, por no quedar “marcadas” dentro del rubro, porque muchas veces no hay alternativa en medio de la precarización de este oficio. También hay tácticas de sobrevivencia, por ejemplo “masculinizarse”. Pero ya no podemos solo seguir sobreviviendo o resistiendo.
Desde nuestra propia experiencia y escuchando a compañeras de todas las edades, sabemos que las mujeres periodistas hemos sido y podemos ser víctimas de conducta sexistas y depredadoras. Estas no solo ocurren durante el reporteo, sino también en nuestros propios lugares de trabajo, y del mismo modo de la situación que fue víctima la alcaldesa, los agresores han sido camarógrafos, fotógrafos, pares, editores, jefes y hasta fuentes. En muchas ocasiones fueron referentes que admirábamos.
La Federación Internacional de Periodistas (FIP) ya lo ha advertido: la mitad de las mujeres periodistas ha sufrido acoso sexual, abuso psicológico, trolling en línea y otras formas de violencia de género mientras trabajan. En el 85% de los casos, las empresas periodísticas no han tomado acciones adecuadas porque ni siquiera tienen una política para contrarrestar tales abusos. El 48% vivió violencia de género en su trabajo y un 44% abuso en línea. Entre las formas más comunes de violencia de género relatados por las mujeres periodistas está el abuso verbal (63%), el abuso psicológico (41%), el acoso sexual (37%).
A veces al hostigamiento se responde, en otras se rehúye y hay ocasiones en que se sostienen sonrisas incómodas. Somos víctimas de bromas de calibre sexual, masajes, invitaciones a salir, degradaciones y anulación por no aceptar salidas, abusos, y acoso sexual sistemático. También aprendemos muy temprano, en nuestras prácticas profesionales, que seremos tratadas según lo que estemos dispuestas a ceder
La Otra diaria, junto a otro medios feministas de Latinoamérica, levantó una campaña en medio de la conmemoración del 8M: “Ya no es hora de callar: Las periodistas decimos no al acoso sexual”. En esa instancia se pudieron recoger distintos testimonios donde se mencionan casos de acoso y coerción sexual y en las experiencias más graves, en el medio de comunicación cuestionado, sale la afectada y el agresor continua en el puesto de trabajo.
Queremos hacer un llamado a trabajar en concordancia con los discursos que se emiten desde las redacciones y que las buenas intenciones no se remitan a campañas exclusivas para el 8M o una sección de “género”. Los medios de comunicación en su diversidad, deben contar con procedimientos y canales de denuncias claros y difundidos, capacitaciones en materia de acoso sexual y laboral y políticas claras en la materia. Necesitamos que los directores y editores se esfuercen por sensibilizar los espacios de trabajo y tomen acciones acerca del acoso que vivimos las mujeres en los medios. Las situaciones de hostigamiento sexual se normalizaron o o quedan en una total opacidad pese a que cada día aumenta el número de mujeres jóvenes que estudian la carrera. Hoy, todas esas futuras periodistas, son nuestra razón para no callarnos nunca más.
*Carolinas Rojas y Magda Escobar Haro son integrantes de la Red de Periodista Feministas @redperiofem