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Menstruar en la calle: La violencia invisible que viven las mujeres chilenas sin hogar

Con papeles, ropa, bolsas a falta de toallas higiénicas, así llevan su menstruación las mujeres y hombres trans que viven en situación de calle en Chile. Además de enfrentar los cólicos menstruales sin remedios, también sufren discriminación en la atención primaria en caso de una emergencia ginecológica. Desde hace algún tiempo en varios países el feminismo ha puesto el tema  en discusión. En Chile la Fundación Gente de la Calle comenzó  una campaña por una menstruación digna para las mujeres más desprotegidas socialmente de este país.

“S” tiene (18) años y más de tres en situación de calle tras escapar del Cread Pudahuel. Podría hablar sobre todas la violencias que experimenta ella y las compañeras intermitentes que han sido su familia en rucos, casas tomadas o en “El Fore” o en “El Busta”, como ella misma llama a los parques donde ha vivido.  Tiene el pelo liso, los ojos grandes, lleva ropa holgada. La vestimenta suelta también es una forma de protegerse. Dice que una de las cosas que nadie ve es cómo adolescentes, jóvenes y adultas en situación de calle viven la menstruación en estas circunstancias.

Cuenta que muchas veces “macheteó” para comprar para ella o algunas de sus amigas un paquete de toallas higiénicas, algo que parecía imposible. Muy difícil de acceder. En un supermercado un paquete de toallas puede bordear los tres mil pesos; una caja de tampones, los cinco mil.

“Es angustiante no saber cuándo se va a acabar la regla y usas ropa como calcetines o poleras para ocuparlas de toallas y después esa ropa la tienes que botar, también, si lo consigues, te puedes bañar con las mangueras de los parques o pedir agua en una botella. Pero muchas veces andas toda manchada y te tienes que tapar con un polerón o un chaleco”, confiesa la joven.

Para “S” otras de las violencias es la forma en que la atienden en hospitales y en Centros de Salud Familiar, (CESFAM) , muchas veces pierden documentación, viven violencia policial, agresiones físicas de otros hombres-sus pares o parejas- y sufren discriminación a la hora de acudir por alguna urgencia.

Cuenta que en muchas ocasiones la han atendido de mala gana, por eso prefiere no ir.

“El implanol (Implante anticonceptivo de etonogestrel) lo tenía vencido y me lo tuvieron que sacar, pero otra cosa que pasa es que cuando tienes la regla si tienes dolor no tienes un té para tomar, en la calle hace frío y los desayunos siempre son un jugo con pan nunca hay nada caliente  y duele mucho estar así”, dice.

La falta de interés por las autoridades, la ausencia de políticas públicas efectivas y las caricaturas de indigentes viviendo lo más crudo del invierno, hacen que el tema sea invisible dentro de la sociedad. Esta es una realidad que golpea durante todo el año a mujeres, hombres trans y adolescentes que viven en situación de calle porque no existe una mirada interseccional respecto de esta y otras violencias que se experimentan en la desprotección social.

Tal como se ve en el relato de “S” las mujeres que están en la calle son víctimas de abandono, abuso, maltrato y violencia en la trayectoria de su biografía. La consecuencia son dos situaciones catastróficas que devienen de la violencia doméstica: terminar en situación de calle o femicidio. Esta invisibilización sistemática se advierte en cómo son discriminadas y mal atendidas cada vez que buscan apoyo en el área de salud para conseguir tratamientos anticonceptivos o para que les faciliten toallas higiénicas en los períodos de su menstruación. Incluso en la prensa se ha denunciado cómo los programas asociados a la población que se encuentra en situación de calle (Programa Calle, Centros Temporales de Residencia y Plan Noche Digna) carecen de enfoque de género en su práctica.

La Fundación Gente de  la Calle, en conversación con La Otra Diaria, explica que la mayoría de las mujeres que quedaron sin hogar fue por una de las tantas consecuencias de la violencia intrafamiliar y la violencia de género.  Confirman que esa mirada está ausente dentro de las instituciones. Muchas escapan para sobrevivir y quedan sin ninguna red de apoyo.

Carla Fernandini es parte de la fundación y coordinadora del programa “Menstruar en Calle” y profundiza sobre el tema “Las mujeres arrancan de círculos de violencia y terminan cayendo en otras situaciones similares o peores, debido a que muchas veces buscan una pareja para obtener resguardo, pero ahí es donde muchas veces se les sigue vulnerando”, comenta.

Un caso que grafica esta situación ocurrió durante el verano de este año, cuando una madre de provincia, en situación de calle, se acercó con sus dos hijas menores de edad a pedir ayuda en un programa de su municipio y no pudo ser asistida por no encajar con el perfil. “Esta mujer convivía con su agresor, no estaban casados y por eso no encajaba en el programa para optar a ser parte de una casa de acogida. Ese es un gran problema porque estos lugares reciben exclusivamente a mujeres que, además, estén en riesgo vital”, dice Fernandini.

La coordinadora explica que producto de la pandemia y el confinamiento ha sido mucho más ajena la información sobre la violencia de género, algún conteo de mujeres que huyendo de esa situación han terminado en la calle. Lo que sí se puede contar es el aumento de carpas en los parques y bandejones en distintas comunas de Santiago.

Rutas de enseñanza

El programa “Menstruar en Calle” nació a mediados del año 2020, en plena pandemia, como iniciativa para hacerse cargo de esta problemática a través de distintos lugares de Santiago en las que se entregaron productos como toallitas húmedas e higiénicas, protectores diarios y preservativos, entre otros utensilios.

En cada ruta participaron voluntarios y voluntarias de la fundación y matrona que se acercaron a entregar estos kits de higiene femenina, acompañados de charlas. En tres módulos les enseñaron algunas cosas sobre el ciclo menstrual, prevención de embarazo, enfermedades de transmisión sexual, entre otros temas.

Camila Méndez es estudiante de último año de Obstetricia y fue una de las voluntarias que acompañó las rutas “Siempre me ha interesado la deficiencia del sistema público hacia las personas privadas de libertad o en situación de calle y quise participar. Lo que más me impactó fue la falta de acceso a la salud, porque si bien existe salud pública, sufren demasiadas trabas a la hora de querer atenderse. Por lo mismo tardan mucho tiempo en ser diagnosticadas y eso sumado a la falta de educación sexual, hace que no entiendan lo que les está pasando”, explica.

En las rutas se acercó una mujer a Camila, le explicó que estaba preocupada por un supuesto embarazo de más de diez meses. Ella había ido a un centro de salud, fue atendida, le hicieron exámenes y jamás le dijeron que su diagnóstico era un posible ascitis: una  alteración en el hígado o por cáncer de ovarios, lo que causa una gran inflamación abdominal por acumulación de líquidos.

“Eso le hizo pensar que estaba embarazada y fue muy duro explicarle esta situación. Además, hace más de 16 años que tenía una T de cobre y nunca se la habían revisado, incluso cuando había asistido a centros de salud. Lo único que pudimos hacer por ella fue pedirle que se acercara nuevamente a pedir atención porque nosotras no podíamos derivarla. Nos quedamos con la incertidumbre de si lo hizo o no y de saber qué pasó con ella”, recuerda.

Fernandini explica que en el contexto de situación de calle la solución anticonceptiva es el implante subdérmico, pero no se les hace el seguimiento necesario para que puedan utilizarlo, ya que tienen una duración de entre tres y cinco años, pero hay muchos casos de riesgo. “Nos encontramos con mujeres que tienen la T hace más de una década y eso les puede generar enfermedades reproductivas graves”, comenta.

De vuelta a la conversación con Camila, ella añade a este problema que las personas en situación de calle en muchas ocasiones tienen temor hacia el personal de la salud y que si bien la fundación puede hacer un esfuerzo para llegar a la mayor cantidad de mujeres posibles, los recursos no alcanzan. “La población en situación de calle no se concentra solo en Santiago, pero esta es la zona en la que nos podemos mover. También hubo una ruta en San Fernando, pero aun así no alcanza para abarcar todo el territorio nacional. Por lo mismo, es importante que el gobierno se haga cargo de esto, incluso a través de los mismos municipios que podrían destinar, por ejemplo, las extensiones horarias de los CESFAM para atender a estas personas. Todo tiene que ver con un tema de administración y recursos, pero también con ser conscientes de que ellos existen y necesitan acceder a la salud de alguna forma”, concluye.

Menstruación digna para todas

Desde la fundación Gente de la Calle explican que para menstruar con dignidad se han pedido diversas acciones a las autoridades, como rebajar impuestos a los artículos de gestión menstrual. Otra acción concreta tuvo lugar en julio  del 2019, cuando la Cámara de Diputadas y Diputados aprobó una resolución para que el Presidente Sebastián Piñera enviara un Proyecto de Ley que dispusiera la distribución gratuita de productos de higiene menstrual en establecimientos educacionales con aportes del Estado, en centros de salud públicos, cárceles, albergues y a personas en situación de calle.

La resolución 663, emanada de diputadas en su mayoría feministas (Convergencia Social, Partido Comunista, Comunes, entre otros) explica que, en promedio, las mujeres menstrúan por 2.400 días durante su vida, lo que equivale a usar productos de higiene menstrual como toallas o tampones, por casi siete años seguidos. En Chile, particularmente, se estima que las mujeres gastan en promedio $4.000 mensuales en este tipo de productos, por lo que el gasto anual se eleva a $48.000, cifra que escapa del bolsillo de las mujeres más vulnerables.

Dicha resolución, apelaba además a que los productos entregados debían velar por el medioambiente, sugiriendo la distribución de la copa menstrual, pero esterilizar este utensilio se vuelve un problema cuando ni siquiera hay acceso a agua.

Ante la resolución, el gobierno a través del Ministerio de Salud, respondió en octubre de 2020, en plena pandemia y crisis económica y después de no haber incluido productos de higiene menstrual en las cajas de mercadería entregadas a la población. Del mismo modo, explicaron que estos “se distribuyen dentro de la red asistencial de Salud, por lo que su implementación en centros penitenciarios, educacionales y albergues, debe ser indicada por los ministerios de Justicia, Educación y Desarrollo Social”.

“Si una mujer que vive en la calle tiene mil pesos, preferirá comer en lugar de comprarse una toallita, muchas veces usan telas o bolsas, lo que tengan a su alcance”, detalla Fernandini. En este contexto, la fundación espera que los derechos constitucionales que pueda garantizar la próxima Carta Magna impacten directamente en estas mujeres, hombres trans y adolescentes que hoy son los más desprotegidos socialmente.

Foto de portada: Ilustración cedida por la Fundación Gente de la Calle.

*La campaña menstruar en calle sigue en pie y para ser parte ayudando con la entrega de estos kits, es posible donar desde $4.000 pesos para cubrir las necesidades higiénicas de una mujer durante un mes.

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Escrito por

Periodista Universidad de Santiago de Chile. Investigó sobre asuntos relacionados al tratamiento de la vida privada en televisión y persecución y tortura de personas transgénero durante la dictadura militar.

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