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La pobreza menstrual como un problema pluridimensional

La pobreza menstrual como un problema pluridimensional

A más de un año de la primera entrega a nivel nacional de canastas de insumos básicos impulsada por el Ejecutivo, se hizo evidente la falta de perspectiva de género expresada en la no incorporación de productos de gestión menstrual como toallas sanitarias, tampones u otros. En estos hechos se puede observar la negación y omisión de la menstruación.

Como respuesta y bajo la consigna “en cuarentena seguimos menstruando”, se levantaron diversas iniciativas desde organizaciones y colectivas, que mediante la recolección y distribución de productos, buscaron satisfacer la necesidad de artículos de contención menstrual para aquella población excluida del acceso a estos insumos. También los gobiernos locales, como la Municipalidad de Independencia y Las Condes, tomaron medidas para facilitar el acceso a estos artículos centrándose principalmente en la población escolar de sus respectivas comunas.

La menstruación es un proceso biológico y natural que en promedio dura entre tres y cinco días al mes, este tiene un impacto en la trayectoria vital de quienes menstrúan. Pese a lo anterior,  ha sido invisibilizada y relegada al ámbito de lo privado, dependiendo su satisfacción exclusivamente de la capacidad de consumo que, en contexto de extrema pobreza, se agudiza y complejiza cuando se trata de niñas, mujeres, hombres trans menstruantes y personas no binarias que se encuentran en situación de calle.

El concepto de “pobreza menstrual” se concibe generalmente desde una dimensión económica, expresada en  la incapacidad de acceso a productos de gestión menstrual: En Chile las mujeres destinan aproximadamente $4.000 mensuales para la compra de productos desechables, por lo que el gasto anual ronda los $48.000, una cifra no menor si se considera que a partir de la crisis social y sanitaria la población en situación de pobreza aumentó de 8,6% a 10,8% entre los años 2017 y 2020; la población en situación de pobreza extrema (personas que no pueden satisfacer una canasta básica de alimentos), se duplicó  de 2,3% a un 4,3% según la encuesta CASEN 2020.

Lo anterior está determinado entre otros factores, porque el 64% de las mujeres perciben remuneraciones por debajo de la línea de la pobreza, según datos de Fundación Sol. Mirar la pobreza menstrual desde un lente económico permite reducir y focalizar la problemática. Sin embargo, es relevante observar y atender otras dimensiones que atañen a este concepto, como la falta de información acerca del ciclo menstrual, teniendo en consideración que en Chile no existe una Ley de Educación Sexual Integral, iniciativa que fue rechazada durante 2020 por los sectores derechistas más conservadores del país. Esta situación impide que se permita obtener una formación adecuada respecto al ciclo menstrual en la etapa escolar, generando la instauración de prejuicios y tabúes en torno a la “regla” que se van reproduciendo en el tiempo.

Otra dimensión que atañe la pobreza menstrual, está vinculada con la privación de espacios de intimidad y privacidad para poder gestionar la menstruación, se puede indicar que es un punto determinante y altamente preocupante para, por ejemplo, la población penitenciaria femenina, quienes, a pesar de estar bajo resguardo estatal suelen tener condiciones infrahumanas en sus servicios sanitarios.

La pobreza menstrual es una problemática pluridimensional y una expresión más de la feminización de la pobreza. La preocupación debe estar puesta en desarticular las estructuras político sociales que lo permiten. El escenario político actual es una posibilidad incipiente que esperamos se traduzca en políticas públicas que busquen la justicia social y la reparación a las personas más vulneradas y excluidas de la sociedad.

Hacer que los productos para la menstruación sean asequibles es un logro en que se debe pensar como pronto objetivo en el camino hacia la igualdad de género; al mismo tiempo es un paso importante para derribar las creencias que estigmatizan la menstruación.

A eso también debemos sumar el problema de las mujeres, hombres trans y personas no binarias en situación de calle. Esta invisibilización sistemática se advierte en la discriminación y cómo son mal atendidos y atendidas cada vez que buscan apoyo en el área de salud para conseguir tratamientos anticonceptivos o para que les faciliten toallas higiénicas en los períodos de su menstruación.  Hoy, aunque la mitad de la población experimenta esta situación biológica, aún existe vergüenza, silencio, exclusión y autoexclusión. Este es un tema urgente del que tenemos que comenzar a hablar. 

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Escrito por

Equipo Menstruar en calle (Fundación Gente de la Calle)

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