En la efervescencia del movimiento feminista contemporáneo, el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, ha sido un punto de encuentro y manifestación de las demandas y luchas por la igualdad de género. Sin embargo, en los últimos años hemos sido testigos de una tendencia preocupante: la disminución en la participación de esta jornada de movilización, particularmente en los sectores populares. Este fenómeno plantea interrogantes sobre la efectividad y la dirección del movimiento feminista en la actualidad.
La importancia crítica del movimiento feminista no puede ser subestimada. Es a través del cuestionamiento constante de las normas y estructuras patriarcales que se impulsa la verdadera transformación social. Este principio quedó demostrado de manera contundente durante el estallido social en Chile en octubre de 2019, donde las mujeres desempeñaron un papel destacado en las protestas masivas que exigían cambios profundos en el sistema político y social.
Cabe destacar que este impulso revolucionario ya se había evidenciado previamente en el paro feminista del 2018, llevado a cabo por diversas universidades. Durante este paro, las activistas feministas lograron importantes avances, incluida la implementación de normativas de género y la introducción de bibliografía obligatoria feminista, entre otras medidas. Esa ola, y sus consecuentes logros, no solo consolidó el impacto del movimiento feminista en la academia, sino que también resaltó su capacidad para instigar cambios concretos en la sociedad, fortaleciendo así la importancia crítica y el potencial transformador del activismo feminista.
En la actualidad, observamos un preocupante ascenso de sectores de derecha radical que promueven intentos de revertir las conquistas feministas. Si bien el gobierno actual se identifique como de izquierda y esté en desacuerdo con estas propuestas, no podemos eximirlo de la crítica. Es esencial recordar que, incluso cuando las políticas gubernamentales son progresistas, el feminismo debe mantener una postura crítica para aspirar a verdaderas mejoras.
Pareciera que cuando el gobierno se autodeclara como feminista, existe la tendencia a que el feminismo deje de adoptar una postura crítica. La exigencia disminuye, alimentada por la falsa creencia de que el simple hecho de pertenecer a una tendencia de izquierda implica avances automáticos en materia feminista. Este fenómeno conduce a una despolitización del movimiento, donde la convocatoria disminuye, y son relativamente pocas las personas que se sienten verdaderamente comprometidas con las metas y luchas del feminismo.
La peligrosa suposición de que un gobierno declaradamente feminista garantiza progresos sin el impulso constante y la exigencia ciudadana es un error estratégico. La complacencia frente a las autoridades, incluso aquellas de orientación política afín, socava la esencia misma del activismo feminista. Es esencial mantener la crítica, la movilización y la exigencia como pilares fundamentales del movimiento, independientemente de la etiqueta política del gobierno en turno. Solo así se pueden lograr avances significativos y evitar la desmovilización que amenaza con socavar los logros alcanzados hasta ahora.
A pesar de la oposición del gobierno a estas propuestas de la derecha radical, debemos considerarlas como una alerta significativa. El hecho de que las propuestas republicanas y conservadoras cuestionen nuestro avance en materia de derechos debe ser un fuerte llamado de atención para nosotras, las feministas. En lugar de ser pasivas ante estas amenazas, estas propuestas deben ser el motor que impulse nuestra negativa al retroceso. La crítica constante y la movilización son fundamentales para contrarrestar cualquier intento de socavar los derechos conquistados y seguir avanzando hacia una sociedad más equitativa.
El llamado a la Huelga General Feminista no es un proceso que empieza –ni mucho menos que termine– el 8 de marzo. Más que un evento aislado, esta jornada representa una oportunidad para reactivar el compromiso diario con la lucha feminista. ¿Cómo avanzamos? ¿A quiénes convocamos? Desde e incluyendo todos los espacios que habitamos, incluyendo mujeres mapuche, rurales, migrantes y disidencias. Así debemos irrumpir y desafiar las normas patriarcales que perpetúan la desigualdad de género. La huelga no es simplemente un acto de protesta, sino una lucha constante contra las estructuras de poder que oprimen.
El 8 de marzo es solo un recordatorio de la importancia de mantener vivo el feminismo crítico y combativo. La revolución feminista no se logra con declaraciones de buenas intenciones, sino con acciones concretas y una postura inquebrantable ante las injusticias de género. Es hora de reactivar la crítica y continuar desafiando las normas establecidas, con la convicción de que juntas podemos alcanzar un verdadero cambio. Es hora de realizar una convocatoria significativa y comprender que el cambio lo hacemos nosotras, las feministas.