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¿Alguien quiere pensar en nosotras? La pandemia, el encierro y el peso del patriarcado sobre las mujeres

¿Alguien quiere pensar en nosotras? La pandemia, el encierro y el peso del patriarcado sobre las mujeres

Sara y Fernando llevan diez años de convivencia, tienen dos hijas en común de ocho y seis años, ambos trabajan y mantenían una relación con altos y bajo -como muchas parejas antes de marzo del 2020- periodo en que comienza de la pandemia en Chile. Así también el encierro.

Hoy Sara y Fernando ya no se soportan. También, como otras personas, se replantean el vínculo.

Ambos comenzaron a teletrabajar en la casa en un departamento con tres piezas. Decidieron habilitar una de las habitaciones de las niñas para convertirla en estudio. El lugar quedó de uso exclusivo para Fernando, pues debe estar conectado a un computador en horario continuado. Sabe que debe cuidar su trabajo. Ha tenido la suerte de conservarlo hasta la fecha, a diferencia de muchos otros colegas.

Sara también trabaja, pero en medio compatibiliza su profesión con las labores del hogar, ordena, limpia, compra verduras y comida por Internet, o en su defecto sale a comprar para abaratar costos.  Se preocupa de sus dos hijas, “googlea” tareas, busca tutoriales en YouTube, o bien presencia algunas clases para poder explicar todo después a sus hijas. Un día ella asumió que no podía con todo, y llegó a un acuerdo con su empleador acogiéndose a la Ley de Protección al empleo, en la pareja uno de los dos debía dejar su trabajo para compatibilizar la crianza.

Él nunca dudó.

Y la respuesta es clara: si una de las niñas se enfermaba era Sara quien la cuidaba. Era ella la que restaba tiempo a su trabajo a reuniones importantes en medio de emergencias familiares. Fue ella quien dejó de hacer cualquier actividad para terminar alguna labor del hogar con la cabeza siempre rumiante. Fue ella quién transformaba los alimentos en desayunos, almuerzos y comidas. Sara es un cuerpo agotado en piloto automático.

Recuerdo cuando en el comienzo de la pandemia, en las redes sociales, se hablaba de que esta era la oportunidad para realizar todo aquello que no hicimos antes. Una verdadera dictadura con llamado a ser productivos y productivas. Esa romantización del supuesto tiempo libre no viene de alguien que ha tenido que batallar con niñes encerrades corriendo de un lado a otro, de quien soporta los reclamos de ese vecino o vecina al que le molesta los ruidos de les hijes. Esta pandemia dejó ver la crisis que nos sigue afectando respecto a la corresponsabilidad, la inequidad del reparto equilibrado de las tareas domésticas y de las responsabilidades familiares, tales como su organización, el cuidado, educación e incluso la forma de entregar afecto a las personas dependientes dentro de nuestras casas.

Esta demás decir que la crisis del Coronavirus tuvo consecuencias en la economía del país, en la salud física y mental de las personas, pero también generó una crisis doméstica. ¿Cuántas habrán callado sus ganas de huir o separarse? Eso sin mencionar la feminización de la pobreza de este periodo, es decir que afecta más a mujeres y disidencias. ¿Cómo sobrevivieron las mujeres con trabajos informales?

En esta crisis ha dejado grietas entres las parejas. Una encuesta de la Facultad de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado (UAH), que se realizó en marzo de este año, reveló de que de todos los encuestados, un 32% dice que su relación de pareja había empeorado. Si bien el Registro Civil explicó que las inscripciones de divorcios y actas de cese de convivencia han disminuido, hay que esperar que esta crisis termine para ver los verdaderos estragos causados en dichas relaciones.

Sumado a lo anterior, no puedo dejar pasar  la posibilidad de referirme al aumento de casos de violencia contra las mujeres durante la pandemia, esa violencia más dura de gritos, golpes y violencia sexual. Las estadísticas nos dicen que disminuyeron las denuncias comparadas al año 2019, sin embargo, las llamadas a los fonos denuncia como el 1455 aumentaron en un 70%.

Nuevamente las políticas públicas implementadas durante la pandemia, fallaron porque no se tomaron con perspectiva de género. Mientras las medidas de confinamiento buscaban proteger a la población del avance del virus, paradójicamente dicha medida se transformó en un peligro para las víctimas de la violencia de género. Hay mujeres que quedaron encerradas con sus agresores, abandonadas a su suerte.

Y el panorama es tan sombrío que parecen privilegiadas las que pudieron separarse, o al menos las que tienen donde huir. Otras seguirán cargando en silencio el peso del patriarcado, el peso de las labores del hogar, el peso de la falta de redes y las consecuencias en la vida de las mujeres. Sara (y su labor invisibilizada también) parece casi afortunada.

Nuestras vidas cambiaron por completo y a nadie parece importarle. La pandemia seguirá dejando sus huellas y su devastación sobre nuestros cuerpos,  en nuestra salud mental y nuestro futuro.

¿Alguien quiere pensar en nosotras?

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Escrito por

Abogada experta en violencia de género.

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