Todo el partió el 9 de julio en 2015 como una idea que Erika Montecinos, periodista y directora de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio. Ella propuso, a un grupo de colectivas lésbicas y bisexuales, que se levantaran acciones y encuentros en distintos territorios en Chile. Este año podemos decir orgullosas que ya vamos en la séptima conmemoración del Día de la Visibilidad Lésbica y Bisexual.
Hoy esta jornada toca en medio de una pandemia, una crisis social, política y económica. Las agrupaciones y activistas independientes organizaron encuentros enmarcados en un hecho que fue un punto de inflexión en la población lésbica, bisexual y disidente de Chile: el crimen de lesbo-odio en contra de Mónica Briones Puccio ocurrido el 9 de julio 1984. Además conmemoramos la primera colectiva lésbica llamada “Ayuquelén”, que se fundó en plena dictadura en el año 1983. La misma que abrió el camino para las futuras generaciones de lesbianas.
A través de los años las convocatorias han abordado la visibilidad en distintos espacios, donde se profundiza particularmente la vulneración de derechos humanos al que somos sometidas por el Estado y sus instituciones. El tercer año de conmemoración tomó un significado aún más crucial, ya que se vio cruzado por el caso de Nicole Saavedra Bahamondes. La violencia brutal de este asesinato conmocionó a la población lésbica y bisexual, ya que, la historia se repetía y nos vimos golpeadas por un crimen de odio que tomó lugar 32 años después de otro crimen similar. En ambos casos se ven las marcas del mismo odio, lo que nos hace reflexionar en cómo, después de todo, las cosas no han cambiado tanto. Sobre todo respecto de las lesbianas “masculinas” o las llamadas “camionas”. Todo ese odio destilado que a veces parece muy latente.
A partir de ese segundo punto de inflexión se fueron conociendo más crímenes de odio, como el de María Pía Castro, que ocurrió en el 2008; el de Susana Sanhueza, que ocurrió en 2017; Anna Cook; el caso de Chico Leslie; el de Pamela Fonseca y Estefanía Breve. Asesinatos que se caracterizaron por su impunidad y desisdia de las autoridades.
Al mirar en perspectiva parece imposible frenar el odio en contra de las lesbianas, al menos parecemos condenadas a seguir sufriendo pérdidas, sino se toman medidas preventivas, por ejemplo con transformaciones que puedan ayudar a prevenir estos hechos con una educación sexual inclusiva. Y pese a que estuvimos cerca de aquello, de manera insólita se rechazó por la clase política.
Urge terminar con la inoperancia que suele ocurrir en casos de crímenes de lesbo odio y encontrar alguna manera de fiscalizar el trabajo o desprolijidad por parte de del Ministerio Público. El caso de Nicole Saavedra Bahamondes visibilizó la falta de garantías de un trabajo eficiente, proactivo y comprometido por parte de las fiscalías. Visibilizó el desdén por encontrar justicia para las mujeres lesbianas. Además, sucedió algo doloroso con el caso de Susana Sanhueza, donde después de tres años de juicio, sin culpables, sin justicia y con un proceso que le ha causado un irreparable trauma a su familia (hicimos todo lo posible para acompañar a su madre y hermana) el poder judicial a través del tribunal de San Felipe, la Corte de Apelaciones y la Corte Suprema le dieron la espalda a su familia.
La impunidad e inoperancia no pueden seguir siendo normalizadas en estos casos, tiene que levantar acciones dentro de la institucionalidad que realmente se hagan cargo de la importancia que le dan a la vida de las lesbianas. La vida de las lesbianas importa, existimos, resistimos y no podemos seguir celebrando superficialmente un orgullo que no nos protege, no nos garantiza una vida libre de violencia y de crímenes de odio.
En por eso ue hoy gritamos fuerte con todas las mujeres lesbianas asesinadas y con Mónica Briones y Nicole Saavedra en la memoria ¡No hay orgullo sin justicia!