Hoy conmemoramos el día del trabajo y este año nos deja especialmente preocupadas a las mujeres debido a la realidad que afrontamos como trabajadoras.
Llevamos más de un siglo insertas en el mercado laboral, principalmente como la mano de obra menos especializada y más mal pagada que existe, sin mejoras sustanciales en cuanto a condiciones por nuestras labores. Hoy esa precarización de bajos salarios, discriminación y malas condiciones, nos afecta de manera desproporcionada dentro de la fuerza laboral en el contexto de pandemia por COVID.
Hemos retrocedido diez años en la empleabilidad femenina, de acuerdo con el Informe Especial COVID-19 N⁰9: La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad dado a conocer hoy por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En esta regresión hemos sido obligadas a volver a nuestros hogares a cuidar hijos, ancianos o personas no autovalentes, debido a que quienes realizaban esas tareas, colegios, jardines u otras mujeres trabajadoras, hoy no están disponibles. Nadie cuida a las cuidadoras.
Ante cualquier crisis como la actual, queda al desnudo nuestra precariedad laboral, develando las adversidades y desigualdad que vivenciamos las mujeres como grupo vulnerable. Ello porque la falta de empleo y recursos, nos re-sitúa en una situación de vulnerabilidad como sujetas de derechos, que muchas veces hemos soportado la violencia económica por no contar con opciones de ingresos que nos permitan tener autonomía para cortar dicho ciclo de agresión.
En este día, llamo especialmente a la concientización sobre nuestra realidad laboral y nuestros derechos fundamentales. Saber dónde nos encontramos nos permitirá plantear nuestras demandas en el mundo del trabajo; como corresponsabilidad, igualdad material, medidas especiales para nosotras como la pronta extensión del post natal de emergencia, perspectiva de género para juzgar el acoso laboral y sexual, entre otras tantas situaciones de discriminación que necesitamos cambiar.
