El lunes nueve de mayo, la Cámara de Diputadas y Diputados, aprobó el proyecto de ley que promueve, resguarda y garantiza los derechos de las personas menstruantes. La iniciativa plantea que el Estado de Chile tiene el deber de establecer un catálogo de derechos y garantías relacionados a la menstruación, además de incorporar en el Código Sanitario los productos de contención menstrual.
Con esta iniciativa, Chile da un primer paso hacia el estándar internacional en esta materia, acercándose a experiencias en América Latina como Colombia y México, y en el resto del orbe como Canadá, Escocia y Nueva Zelanda. Se pretende así la distribución gratuita de productos de gestión menstrual, la exención del IVA y mediante la figura de subsidios menstruales.
El concepto de “gestión menstrual” se ha venido instalando en la esfera pública internacional desde hace más de una década por parte de distintos organismos internacionales públicos y privados. Se re releva así el hecho que la menstruación tiene un impacto en la construcción y autopercepción de niñas, adolescentes y mujeres durante toda su trayectoria vital y, que la dificultad o impedimento para poder gestionar la menstruación de forma segura, limpia y libre de amenazas externas, es fundamental para el goce pleno de los derechos y la dignidad que poseen todas las personas.
El foco del proyecto radica en la disminución del costo de los productos para facilitar su acceso, pero cabe preguntarse, si en un país donde los índices de pobreza sobrepasan el 10% de la población, la disminución de los costos será suficiente para garantizar el acceso universal a estos productos. Al mismo tiempo queda la interrogante sore si el sólo hecho de facilitar su consumo permite una correcta gestión de la menstruación.
Acorde a nuestra experiencia, el solo acceso a productos de contención menstrual, no alcanza a constituir un piso mínimo hacia la dignidad menstrual. Es menester el acceso a suministros y materiales básicos como lo son productos de contención menstrual, ropa interior, papel higiénico, agua, instalaciones sanitarias, espacios seguros con intimidad y privacidad. En Chile no existen baños públicos gratuitos, lo cual imposibilita que quienes necesitan gestionar su menstruación en espacios públicos puedan hacerlo, esa es la situación que viven diariamente las mujeres en situación de calle. La experiencia nos ha demostrado que dicha población generalmente se ve forzada a acudir a hospitales, o centros de salud familiar y baños gratuitos de centros comerciales. Eso sin mencionar que durante la pandemia restringieron sus accesos por temas de aforo y prevención de los contagios dejando a este grupo de mujeres sin posibilidad de acceder a esta opción.
La menstruación está intrínsecamente relacionada con la dignidad humana, pero esa dignidad ya se ve permeada ante la vulneración de derechos humanos, que viven día a día cerca de 20.000 personas en situación de calle en nuestro país ( de las cuales cerca de tres mil son mujeres). Por ese motivo es difícil imaginar que un proyecto de ley que apunta a la reducción del costo económico de los productos de contención menstrual logre efectivamente “el derecho a una gestión menstrual libre y digna” y “el fomento de una buena salud y gestión menstrual”, como señala el cuerpo normativo.
¿Cómo se garantiza, entonces, una correcta gestión menstrual a quienes viven en la calle? Nosotras decimos que no es posible, y que el Estado debe propender a garantizar resguardos institucionales adecuados con enfoque de derechos humanos y desde una perspectiva feminista para quienes están en situación de calle. Propender también a la generación y/o fortalecimiento de entornos protectores de responsabilización familiar para el caso de niños, niñas y niñes, adultos mayores y personas con discapacidad. Todo en concordancia con lo consagrado en los distintos instrumentos nacionales e internaciones vigentes y ratificados por Chile en materia de Derechos Humanos.
La dignidad, como cualidad propia de la condición humana de la que emanan los derechos fundamentales, nos desafía sin duda a avanzar hacia un escenario en donde normas culturales perjudiciales, en torno a la menstruación, sean afrontadas. Todas las personas menstruantes, sin distinción, deben tener un entorno propicio para gestionar su menstruación; acceso a información desde la pubertad, y participación de niños y hombres en la desmitificación de las creencias y eliminación del hermetismo alrededor de la menstruación.