“Se ve que tienen miedo de perder
Se ve que tienen miedo, mucho miedo
Mucho miedo de perder”
Fck the pwr (Sara Hebe)
Quedamos perplejas. Con los resultados de las últimas elecciones presidenciales fuimos testigos de los peligros y riesgos de ser tolerantes con la ultraderecha. Y ya lo decía Karl Popper con la paradoja de la tolerancia: “No se puede ser tolerante con los intolerantes”.
Lo que esta en juego es muy peligroso para las mujeres, disidencias sexuales, migrantes y pueblos originarios. No podemos ser indiferentes a la muerte, la persecución e incitación al odio.
Ya en el primer día después de las elecciones, lo experimentamos las mujeres con las palabras y dichos de un diputado electo (y hoy ex Republicano), en relación a la violación, derecho a voto y otros derechos adquiridos de las mujeres. Se les cae al fin la máscara a los ultraderechista misóginos y la pregunta que queda en el aire es ¿Cómo pudimos retroceder? La respuesta aterroriza, si pensamos que podría pasar eventualmente en un gobierno de ultraderecha.
El retroceso del avance de las mujeres y disidencias sexuales, solo es comparable con una serie de ficción y de terror. En The handmaid’s tale (basada en el libro de la escritora y feminista Margaret Atwood) la protagonista relata un futuro distópico, cuando toma el poder un grupo radical de extrema derecha. June reconoce que antes estaba dormida, ajena a cada una de las señales: cuando estalló el congreso y culparon al terrorismo. Estaba dormida cuando sacaron una ley rápida que terminó privando a las mujeres de los espacios laborales y cerraron sus cuentas bancarias. Solo despertó cuando se obligó a mujeres solteras, y en edad fértil, a que fueran esclavas de los líderes que tomaron el poder. “Las criadas” eran violadas sistemáticamente para mantener la natalidad en alza.
Es una serie distópica, pero Atwood ha dicho que se basó en los hechos del pasado y también en el avance de la extrema derecha. Lo segundo, ya no es una distopía.
El movimiento feminista ha logrado muchos avances en Chile y en Latinoamérica, vienen de la lucha de nuestras antecesoras, y en este último tiempo la tercera ola (chilena) y cuarta ola internacional: “Ni una menos” comenzó en Argentina -movimiento al que nos plegamos- y luego el mayo feminista de las estudiantes en el 2018. El feminismo estuvo presente también en la revuelta social.
Lo dijo Judith Butler en su última conferencia, “Los ojos del feminismo en el mundo están en Chile”. Estos logros no han sido gratis, ni tampoco fruto solo de las últimas generaciones. Con fuerza, desde la vuelta a la democracia, y durante la dictadura, las mujeres han sido las que han puesto sus cuerpos en la lucha, para liberarnos del terrorismo de Estado y torturas ejercidas durante 17años, esa época oscura que rompió todo nuestro tejido social, la alegría, la confianza y las posibilidades de resistencia y cultura. Sí, fueron las mujeres las que salían valientes e insurrectas arriesgando su vida para buscar el retorno a la democracia. Y eran los cobardes armados quienes las torturaban, golpeaban y violaban.
Las mujeres no olvidamos eso.
En Chile, con mucha fuerza desde al año 2016, marchamos, gritamos y exigimos sin miedo igualdad de derechos y oportunidades, aborto libre, el fin de la violencia machista y siempre con la amenaza del fascismo viviendo a nuestro lado, vigilante. Han apuñalado y golpeado a mujeres en las marchas, nos han amenazado e insultado, pero ya no tenemos miedo. Así quedó demostrado en la última marcha feminista con más de 2.000.000 de mujeres en la calle.
Sin embargo parte de esta ilusión se rompió en Chile el domingo pasado, con los resultados del candidato de la ultraderecha, quien presenta un programa muy básico, basado en el uso de poder y una campaña planteada desde el miedo y la coerción.
Acoge con gusto la facultad empresarial de amenazar con miseria y desempleo y comunica con fuerza la idea de peligro, de delincuencia. Elabora punto por punto un listado de odio: derogar el Ministerio de la mujer, cerrar el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), salirse de la ONU, cavar zanjas para controlar quien entra al país y apoyar a las Fuerzas Armadas como si fueran ellas las vulnerables.
El candidato además construye una red para perpetuar el poder patriarcal, con el discurso de proteger a la ciudadanía, como si este orden alguna vez nos hubiera cuidado de algo. Sabe que la ilusión de seguridad es una mercancía que puede ofrecer, armar, vender y comprar.
Su comando entiende de símbolos, su programa reitera “Atrévete”, como si algo de lo que escribe precisara coraje para ser nombrado, como si no fueran los dueños de todos y de todo, como si él no fuera, de pies a cabeza, la hegemonía.
Abre su programa sin ningún pudor. El primer capítulo se titula “Atrévete a vivir en paz”, burlándose del himno de Víctor Jara, usando sus palabras para iniciar una oda a la represión. Su respaldo a los militares y carabineros es absoluto, porque necesita los fusiles de su lado, porque sabe que para arrebatar derechos no es suficiente el voto de sus infames seguidores.
Kast se compromete a tipificar como delito y sancionar como tal a todas las acciones denominadas “funas”(p.49), pues su primer capitulo, además de ser una burla, es una invitación solo para algunos, para las víctimas de delitos contra la propiedad, porque para nosotras, que hemos encontrado en la denuncia pública una manera de percibir justicia, de no sentirnos solas en nuestras historias de abuso, son para él, un delito, un atentado a la vida privada.
Pero hoy entre nosotras encontró un dique. Nos atrevemos, como siempre lo hemos hecho, nos articularnos como el gran cuerpo que somos y nos organizamos frente a su amenaza.
Al principio hubo tristeza, decepción y miedo. Sin embargo, como dijimos al principio, las mujeres no olvidamos. Y estamos atentas y vigilantes. Estamos en alerta.
No olvidamos lo que somos capaces de hacer. No olvidamos que esta lucha también es por la disidencias sexuales, migrantes y por el pueblo mapuche.
Ya reapareció la fuerza y el coraje. Hoy estamos todas contra la ultraderecha.